Venid a oír, oh nobles corazones,
pues la piedad lo quiere, mis suspiros,
que se escapan de mí desconsolados,
y, si no fuera así, me moriría;
pues los ojos seríanme deudores,
muchas más veces de lo que quisiera,
¡ay triste!, de llorar a mi señora,
desfogar el pecho con llorarla.
Los oiréis con frecuencia reclamando
a mi noble señora que se ha ido
al siglo que merecen sus virtudes;
y despreciar a veces esta vida
en el nombre de aquella alma doliente
por quien es su salud abandonada.
Dante Alighieri
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