Un sueño soñaba anoche
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores,
que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca,
muy más que la nieve fría.
—¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
—No soy el amor, amante:
la Muerte que Dios te envía.
—¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!
—Un día no puede ser,
una hora tienes de vida.
Muy deprisa se calzaba,
más deprisa se vestía;
ya se va para la calle,
en donde su amor vivía.
—¡Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta, niña!
—¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue al palacio,
mi madre no está dormida.
—Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando,
junto a ti vida sería.
—Vete bajo la ventana
donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare,
mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe;
la muerte que allí venía:
—Vamos, el enamorado,
que la hora ya está cumplida.
Anónimo
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miércoles, 2 de septiembre de 2015
jueves, 25 de junio de 2015
Sal de la oscuridad:
Sal de la oscuridad, hermano
y súbete al tren de la vida
agárrate fuerte, mi amigo
y no mires hacia atrás
que la eternidad es tuya, compañero
y de nadie más.
y súbete al tren de la vida
agárrate fuerte, mi amigo
y no mires hacia atrás
que la eternidad es tuya, compañero
y de nadie más.
Anónimo.
Ojos morenicos
Ojos morenicos,
irme he yo a querellar
que me queredes matar.
Quejarme he de mí
que ansí me vencí;
que, desque os vi,
me aquejó el pesar
que me queredes matar.
Anónimo.
irme he yo a querellar
que me queredes matar.
Quejarme he de mí
que ansí me vencí;
que, desque os vi,
me aquejó el pesar
que me queredes matar.
Anónimo.
Impetuoso
Impetuoso va estallando
el odio por la tierra,
regalan sangre las cabezas abatidas,
y hay que ir a las fiestas
con pecho esforzado,
como en la guerra.
A cada estallido mortal,
la gente temblorosa se gira:
la crueldad que avanza;
el miedo que se retira
se van partiendo el mundo.
Mirando el hijo que mamá,
la madre que suspira,
el padre arruga la frente.
Pero el niño inocente,
que deja satisfecho la mamá vacía,
se mira en él,
se mira en ella,
y ríe bárbaramente.
Anónimo - 1893
el odio por la tierra,
regalan sangre las cabezas abatidas,
y hay que ir a las fiestas
con pecho esforzado,
como en la guerra.
A cada estallido mortal,
la gente temblorosa se gira:
la crueldad que avanza;
el miedo que se retira
se van partiendo el mundo.
Mirando el hijo que mamá,
la madre que suspira,
el padre arruga la frente.
Pero el niño inocente,
que deja satisfecho la mamá vacía,
se mira en él,
se mira en ella,
y ríe bárbaramente.
Anónimo - 1893
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