(A Antonio Gil Benet, violinista, que pasó veinte años de su vida en las cárceles franquistas.)
I:
Andante maestoso
Yo sé cómo volabas levemente
de mar a mar. Tu corazón de pino,
tu mástil delicado, tu caja de sorpresas
llena toda de Vivaldi y Beethoven.
de Mozart y Ravel, de Bach el poderoso,
se volcaba generosa en oídos distantes.
Movido por mano prodigiosa, el arco,
con musicales crines, creaba sonidos
más puros y sinceros que palabras,
más claros y remotos que los versos.
Era este un violín que iba de vuelo
por los sublimes cerros de las notas,
jubiloso de trinos como un pájaro
o grave de dolor según las horas.
Aún más que las palabras, los sonidos
eran un éxtasis redondo en el oído,
una torre de plumas misteriosas,
un río de temblores infantiles
en este violín que siempre iba de vuelo;
eran sonatas siempre renovadas;
nanas que congregaban el sueño de los niños;
arias, gaviotas, trinos, parábolas de fuego
en una prestidigitación fascinadora.
Fue un violín nervioso y colectivo
quien se llevó la voz por los caminos,
y fue madera pura resbalando
por un mar de sorpresas y suspiros;
por fin, una paloma de sonido,
y una caja resuelta hacia la aurora.
Con las cuerdas heridas de alegría.
II:
Adagio triste
Vino una nube, se asentó en el cielo
una rabia de buitres en acecho,
un mar de tempestades sin sentido.
Ya nunca más la música ha tenido
relación de alegría con las cosas. Mira:
los tambores del luto, las trompetas
sonando funerales en la noche.
Morían las guitarras, fusiladas; lejos,
sobre los montes y las aguas, flotó
un silencio de cementerio y cárcel.
El violín va con sordina mucho tiempo,
herido entre las rejas, no olvidado.
Su música llegó hasta las estrellas,
pero, ahora, qué lento canta, entristecido.
Son muchos años, muchos, la madera
es la agrietada música, el silencio.
III:
Allegro molto
Prepara, violín, para mañana
un canto de victoria y esperanza;
muchos oídos tensos en la aurora
preparan su atención, oyen tu ritmo.
Un pueblo se incorpora a la armonía,
une su voz en colectivo coro, y canta;
se presiente una patria renacida
llena de violines con sonrisas
llena de corazones sin sordina,
llena ya siempre de una paz sonora.
Vidal de Nicolás