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domingo, 13 de septiembre de 2015

Tras la esfera:

Tras la esfera que gira más lejana
pasa el suspiro de mi corazón:
inteligencia nueva, que el Amor
llorando pone en él, lo lleva arriba.

Cuando ha llegado allá donde desea,
ve a una mujer, honores recibiendo,
y luce de tal forma, que el espíritu
peregrino la mira en su esplendor.

Y la ve tal que, cuando me lo cuenta,
no lo comprendo, tan sutil le habla
al triste corazón que le hace hablar.

Sé yo que habla de aquella tan noble,
porque a Beatriz recuerda muchas veces,
y así lo entiendo bien, caras señoras.

Dante Alighieri

Ah, peregrinos:

Ah peregrinos que andáis congojosos,
tal vez por cosa que no está presente,
¿Es que venís de tierras tan remotas,
como lo pàrecéis por vuestro aspecto,

que no lloráis cuando cruzáis por medio
de la ciudad atribulada, como
esas personas que en ninguna forma
comprendiesen lo grande que es su pena?

Si para oírlo os detenéis, me dice
suspirando en verdad mi corazón,
que llorando después saldréis de ella.

Porque ha perdido a su benefactora;
y lo que de ésta pueda referirse,
tiene el poder de hacer llorar a todos.

Dante Alighieri

¡Triste! por fuerza de muchos suspiros:

¡Triste! por fuerza de muchos suspiros,
que nacen del pensar que hay en mi pecho,
los ojos, derrotados, ya no tienen
fuerzas para mirar a quien los mire.

Y parece que fueran dos deseos
de mostrar su dolor y de llorar,
y muchas veces lloran tal, que Amor
los ciñe con corona de martirio.

Estos suspiros, y estos pensamientos,
tan angustiosos se hacen en el pecho,
que Amor, tánto le duelen, desfallece;

porque llevan en sí los afligidos
escrito el dulce nombre de mi dueña,
y muchas cosas que hablan de su muerte.

Dante Alighieri

Un noble pensamiento:

Un noble pensamiento que me habla
de vos, a veces viene a estar conmigo,
y de voz dice con dulzura tanta,
que el corazón que en él esté consiente.

Pregunta el alma al corazón: «¿Quién es
ésta que a nuestra mente da consuelo,
y es tan potente su virtud que aparta
los otros pensamientos de nosotros?»

Él le responde: «Oh alma acongojada,
este es un nuevo espíritu de amor,
que ante mí manifiesta sus deseos;

y su vida, y su valor, todo vinieron
de los ojos de aquella compasiva
que se turbaba con nuestros tormentos.»

Dante Alighieri

El llanto tan amargo:

«El llanto tan amargo que habéis hecho,
ojos míos, durante tanto tiempo,
llorar también hacía a otras personas
por compasión, como pudisteis ver.

Ahora creo que se os olvidaría,
si por mi parte fuese tan traidor,
que cualquier ocasión no os alejase,
recordándoos a aquella a quien llorasteis.

Me intranquiliza vuestra vanidad,
y me da espanto, tal que temo mucho
un rostro de mujer que os está viendo.

Nunca debisteis a vuestra señora,
que muerta está, olvidar sino muriendo.»
Habla así el corazón, luego suspira.

Dante Alighieri

Color de amor:

Color de amor y de piedad semblante
tan asombrosamente no ocuparon
faz de mujer, al ver frecuentemente
ojos nobles o llanto doloroso,

como es el vuestro, cuando frente a él
mis afligidos labios contempláis;
tal que al veros en una cosa pienso,
que el corazón yo temo que se rompa.

No consigo a mis ojos destruidos
impedirles que os miren con frecuencia,
por el deseo de llorar que tienen:

y tánto acrecentáis este deseo,
que de su anhelo todos se consumen;
pero no saben ante vos llorar.

Dante Alighieri

Vieron mis ojos:

Vieron mis ojos la mucha piedad
que en vuestro rostro había aparecido,
al mirar el semblante y las acciones
que muchas veces por dolor yo hago.

En la cuenta caí que vos pensabais
en el lúgubre estado de mi vida,
tal que mi pecho se llenó de miedo
de mostrar por los ojos mi vileza.

Y me aparté de vos, sintiendo el llanto
que de mi corazón se derramaba,
bajo vuestra mirada trastornado.

En mi alma triste luego me decía:
«Seguro que con Ella está ese Amor,
que me hace andar llorando de tal modo».

Dante Alighieri

En mi mente:

Primer comienzo
En mi mente se había presentado
la noble dama que por su virtud
por el señor altísimo fue puesta,
con María, en el cielo de humildad.

Segundo comienzo
En mi mente se había presentado
la noble dama por quien llora Amor,
en el momento en el que su virtud
os llevó a contemplar lo que yo hacía.
Despertó Amor, sintiéndola en la mente,
dentro del destruido corazón,
y «marchaos» decía a los suspiros;
por lo cual doloridos escapaban.
Salíanse llorando de mi pecho
con un nombre que llena con frecuencia
los ojos tristes de dolientes lágrimas.
Pero los que salían con más pena,
iban diciendo: «Oh noble inteligencia
hoy hace un año que subiste al cielo»

Dante Alighieri

Cuanta ocasión:

Cada ocasión que me recuerda, ay triste,
que yo no debo nunca
ver a aquella mujer por quien me duelo,
de dolor tanto el corazón me llena
el doliente recuerdo,
que «¿por qué no te mueres, alma? —digo—
que los suplicios que soportarás
en este siglo, que te es tan odioso,
con un horrible miedo me acongojan.»
Y así llamo a la Muerte,
igual que a un reposar dulce y suave;
y digo, «Ven a mí», con amor tanto,
que envidia tengo a todos los que mueren.
Y se viene a albergar en mis espíritus
un compasivo son,
que a la Muerte sin tregua va llamando:
se volvieron a ella mis deseos
cuando fue mi señora
alcanzada por su crudelidad;
porque el placer que daba su hermosura,
alejándose así de nuestra vista,
grande belleza espiritual se hizo,
que expande por el cielo
luz de amor, que a los ángeles saluda,
y a su alto y sutil entendimiento
causa asombro, tal es su gentileza.

Dante Alighieri

Venid a oír:

Venid a oír, oh nobles corazones,
pues la piedad lo quiere, mis suspiros,
que se escapan de mí desconsolados,
y, si no fuera así, me moriría;

pues los ojos seríanme deudores,
muchas más veces de lo que quisiera,
¡ay triste!, de llorar a mi señora,
 desfogar el pecho con llorarla.

Los oiréis con frecuencia reclamando
a mi noble señora que se ha ido
al siglo que merecen sus virtudes;

y despreciar a veces esta vida
en el nombre de aquella alma doliente
por quien es su salud abandonada.

Dante Alighieri

Por la piedad del corazón:

Por la piedad del corazón, los tristes
ojos, pena de llanto han padecido,
tanto que por vencidos ya se han dado.
Si desfogar quiero ahora el dolor,
que poco a poco a la muerte me lleva,
hablar será preciso suspirando.
Y como yo me acuerdo de que hablaba
de mi señora, mientras que vivía,
gustoso con vosotras, nobles damas,
quiero hablarle tan sólo
al noble corazón que haya en mujer;
y llorando hablaré de ella, luego
que de repente al cielo se ha marchado,
y conmigo ha dejado a Amor doliente.

Beatriz al alto cielo se ha marchado,
al reino en el que tienen paz los ángeles,
y con ellos está, y os ha dejado:
no nos la arrebataron los calores,
ni los hielos como hace con las otras,
mas sólo fue su gran benignidad;
porque de su humildad pasó los cielos
el resplandor con tanto poderío,
que al eterno Señor asombrar hizo,
tal que un dulce deseo
lo alcanzó de llamar perfección tanta;
y la hizo venir a sí de acá,
porque veía que esta odiosa vida
de tan preciada cosa no era digna.

De su bella persona se partió
el ánima gentil de gracia llena,
y en un digno lugar está gloriosa.
Quien no la llora cuando en ella piensa
el corazón tan vil de piedra tiene,
que entrar no puede allí un benigno espíritu.
No cabe en pecho vil tan alto ingenio
que pueda imaginar algo de ella
y así pena no tiene de llorarla;
mas tristeza y deseo
de suspirar y de morir de llanto,
y siente su alma falta de consuelo
quien vio en su pensamiento vez alguna
cómo fue, y cómo nos la arrebataron.

Fuerte angustia me causan los suspiros,
cuando en la grave mente el pensamiento
me trae a quien partió de mi corazón:
y muchas veces pensando en la muerte,
un deseo me viene tan suave
que el color en el rostro se me muda.
Y cuando bien se fija en mí esa imagen,
tanta pena me alcanza en todas partes,
que del dolor que siento me estremezco;
y me vuelvo de forma
que avergonzado de los otros huyo.
Luego llorando, solo en mi lamento,
llamo a Beatriz y digo: «¿Es que estás muerta?»;
y mientras que la llamo, me consuela.

Llorar de pena y suspirar de angustia
me rompe el corazón donde esté solo,
tal que a quien me escuchase apenaría:
y lo que ha sido de mi vida, desde
que al nuevo siglo ha ido mi señora,
no hay lengua que pudiese referirlo:
por ello, aunque quisiera, mis señoras,
quién soy yo no sabría bien deciros,
tanto me hace penar mi amarga vida;
que ha tanto envilecido,
que todos me parece que dijeran
al ver mi aspecto lúgubre: «Te dejo».
Pero mi dueña lo que soy contempla,
y todavía su merced espero.

Compasiva canción vete llorando;
en busca de las damas y doncellas
a quienes tus hermanas
acostumbraban darles regocijo;
y tú, como eres hija de tristeza,
vete desconsolada a estar con ellas.

Dante Alighieri

Amor tan largamente:

Amor tan largamente me ha tenido
y a su dominio tan acostumbrado,
que así como era duro en el comienzo,
es en el corazón ahora suave.
Mas cuando me arrebata así el valor,
que parece que huyeran mis espíritus,
entonces siente mi alma frágil tanta
dulzura, que mi rostro se amortece.
Tanto poder Amor toma en mí luego,
que hace que hablando vayan mis espíritus,
y salen invocando
que aún me dé más salud, a mi señora.
Esto doquiera que me ve me ocurre,
cosa increíble, por ser tan humilde.

Dante Alighieri

Toda salud perfectamente:

Toda salud perfectamente ve
quien ve a mi dama en medio de otras damas;
son obligadas las que van con ella
a Dios por tal merced las gracias darle.

Y de tanta virtud es su belleza,
que en las otras ninguna envidia causa,
antes hace que vayan junto a ella
vistiéndose de amor, fe y gentileza.

Humilde cualquier cosa hace su vista,
y no hace sólo a ella placentera,
mas honor todas por su causa tienen.

Y es tan gentil en todas sus acciones,
que no puede ninguno recordarla
sin que en dulzura de amor no supiese.

Dante Alighieri

Aparece tan noble:

Tan gentil y honorable se presenta
cuando a alguno saluda mi señora,
que temblando las lenguas enmudecen,
y no se atreven a mirar los ojos.

Sintiéndose alabar, camina ella,
benignamente de humildad vestida;
y parece una cosa que viniese
del cielo a tierra por mostrar milagro.

Tan placentera a quien la ve se muestra,
que el corazón endulza por los ojos,
y aquel que no lo prueba no lo entiende:

y escaparse parece de sus labios
un delicado espíritu amoroso
que al alma va diciéndole: suspira.

Dante Alighieri

sábado, 12 de septiembre de 2015

En mi pecho:

En mi pecho sentí que despertaba
un amoroso espíritu dormido:
y vi luego venir a Amor de lejos,
tan alegre que no la conocía,

diciendo: «Piensa en cómo agradecerme»;
y reíase en todas sus palabras.
Y estando mi señor conmigo un rato,
mirando hacia el lugar del que venía,

a doña Vanna vi, y a doña Bice
que venían al sitio en que yo estaba,
un prodigio detrás de otro prodigio.

Y tal como la mente me recuerda,
Amor me dijo: «Aquella es Primavera,
y esa se llama Amor, tánto me iguala».

Dante Alighieri

Una mujer piadosa y de edad joven:

Una mujer piadosa y de edad joven,
rica de toda humana gentileza,
donde llamaba yo a la Muerte estaba,
y al ver mis ojos llenos de penares,
y mis vanas palabras escuchando,
un fuerte llanto comenzó con miedo.
Y otras mujeres, que se dieron cuenta
de mí por esa que lloró conmigo,
hicieron que se fuese,
y se acercaron para confortarme.
«No te duermas», decía
una, y la otra: «¿Qué te aflige tanto?»
Dejé entonces la extraña fantasía,
el nombre de mi dama repitiendo.
Tan dolorosas mis palabras eran
por la angustia del llanto entrecortadas,
que sólo yo en el pecho entendí el nombre;
y con toda la vista que se había
mostrado avergonzada en mi semblante,
Amor me hizo que volviera a ellas.
Mi color se mostraba de tal modo
que la muerte a cualquiera recordaba.
«Consolemos a éste»,
rogaba una a la otra humildemente;
y repetían luego:
«¿Qué has visto que no tienes ya coraje?»
Y cuando estuve un tanto confortado
dije: «Voy a decíroslo, señoras.
Mientras pensaba yo en mi frágil vida,
y en lo efímera que es su duración,
Amor lloró en mi pecho, en donde vive;
por lo que estuvo mi alma tan perdida,
que decía en mi mente suspirando:
—Ha de morir un día mi señora.—
Tanto me turbé entonces, que los ojos
cerré que mi flaqueza apesaraba,
y tanto se abatieron
mis espíritus, que se dispersaron;
e imaginando luego,
privado de verdad y de cordura,
vi doloridos rostros de mujeres:
—Morirás, morirás, me repetían.
Vi luego cosas amedrentadoras,
en ese imaginar vano en que entré:
y parecióme estar no sé en qué sitio,
y ver muejres que iban desceñidas,
gimiendo unas y llorando otras,
que de tristeza fuego asaeteaban.
Me pareció después ver poco a poco
turbarse el sol y aparecer la estrella,
y llorar uno y otra;
caer las aves que el aire volaban
y la tierra temblar;
y un hombre apareció pálido y flaco,
diciéndome: —¿Qué haces? ¿No lo sabes?
Muerta es tu dama que era tan hermosa.—
Levantaba mis ojos anegados,
y como lluvia de maná veía
ángeles que volvían a los cielos,
rodeados por una nubecilla,
tras de la cual: Hosanna, proclamaban.
Y os lo diría si algo más dijeran.
Y Amor decía: —Ya no te lo oculto;
a nuestra dueña ven a ver yacente.
Me condujo el falaz
imaginar a ver a mi señora
muerta, y vi, al advertirla,
cubriéndola mujeres con un velo;
y en ella había una humildad sincera
que decir parecía: Estoy en paz.
Yo en mi dolor me hacía tan humilde,
tanta humildad viendo encarnada en ella,
que decía: —Cuán dulce me pareces,
Muerte, y desde ahora noble debes ser,
luego de haber estado en mi señora,
y piedad, no desdén, debes tenerme.
Ve que vengo, de estar entre los tuyos
tan deseoso, que en la fe te igualo.
Mi corazón te llama.—
Luego me iba, consumado el duelo;
y cuando estaba solo,
mirando al alto reino repetía:
—Alma bella, dichoso es quien te ve—
Después vuestras mercedes me llamaron.»

Dante Alighieri

Eres tú aquel:

¿Eres tú aquel que de nuestra señora
hablabas con nosotras a menudo?
A aquel en la voz bien te asemejas,
mas la figura parece distinta.

¿Y por qué lloras descorazonado,
haciendo que de ti se apiaden otros?
¿La viste tú llorar, y así no puedes
ocultar tu doliente pensamiento?

Déjanos ir llorando tristemente
(y peca aquel que nos diera consuelo)
que entre su llanto su hablar escuchamos.

Tanto su rostro la piedad descubre,
que quien hubiese querido mirarla
hubiese muerto ante ella que lloraba.

Dante Alighieri

Vosotras que lleváis:

Vosotras que lleváis tristes semblantes,
con ojos bajos que dolor demuestran,
¿de dónde venís que vuestro color
igual que el de piedad parece hecho?

¿Visteis a nuestra señora gentil
bañar de llanto a Amor en su semblante?
Decídmelo, que el pecho me lo dice,
porque solemnes caminar os veo.

Y si venís de compasión tan grande,
quedar os plazca un rato aquí conmigo,
sin ocultarme lo que ha sido de ella.

Veo que tienen llanto vuestros ojos,
y tan desfiguradas regresáis,
que de ver tánto el corazón me tiembla.

Dante Alighieri

Amor lleva en los ojos:

Amor lleva en los ojos mi señora,
por lo cual ennoblece cuanto mira;
por donde pasa gíranse los hombres,
y a quien saluda hace temblarle el pecho,

tal que la vista baja y palidece,
por todos sus defectos suspirando:
ira y soberbia escapan ante ella.
Ayudadme a rendirle honor, oh damas.

Toda dulzura y pensamiento humilde
nace en el corazón de quien la escucha,
por ello a quien la vio primero alaban.

Lo que parece cuando se sonríe,
no puede ni expresarse ni entenderse,
tal es milagro nunca visto y noble.

Dante Alighieri

Amor y noble corazón:

Amor y noble corazón son uno,
tal como el sabio en su dictado escribe,
y así se atreve a estar uno sin otro
cual sin razón el alma racional.

Si se enamora la naturaleza,
hace a Amor dueño, y casa al corazón,
en la que reposadamente duerme
corto a veces o largo tiempo. Luego

en discreta mujer belleza surge,
y tanto el verla agrada, que en el pecho
nace un deseo de aquello que agrada;

y tanto tiempo entonces dura en éste,
que despierta al espíritu de Amor.
E igual hace en mujer hombre que vale.

Dante Alighieri