Cada ocasión que me recuerda, ay triste,
que yo no debo nunca
ver a aquella mujer por quien me duelo,
de dolor tanto el corazón me llena
el doliente recuerdo,
que «¿por qué no te mueres, alma? —digo—
que los suplicios que soportarás
en este siglo, que te es tan odioso,
con un horrible miedo me acongojan.»
Y así llamo a la Muerte,
igual que a un reposar dulce y suave;
y digo, «Ven a mí», con amor tanto,
que envidia tengo a todos los que mueren.
Y se viene a albergar en mis espíritus
un compasivo son,
que a la Muerte sin tregua va llamando:
se volvieron a ella mis deseos
cuando fue mi señora
alcanzada por su crudelidad;
porque el placer que daba su hermosura,
alejándose así de nuestra vista,
grande belleza espiritual se hizo,
que expande por el cielo
luz de amor, que a los ángeles saluda,
y a su alto y sutil entendimiento
causa asombro, tal es su gentileza.
Dante Alighieri
No hay comentarios:
Publicar un comentario