Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.
Tiene guedejas rubias,
blandas guedejas;
por sobre el hombro blanco
luengas le cuelgan.
Sus dos ojos parecen
estrellas negras;
¡vuelan, brillan, palpitan,
relampaguean!
Él para mí es corona,
almohada, espuela.
Mi mano, que así embrida
potros y hienas,
va, mansa y obediente,
donde él la lleva.
Si el ceño frunce, temo;
si se me queja,
cual de mujer, mi rostro
nieve se trueca:
su sangre, pues, anima
mis flacas venas:
¡Con su gozo mi sangre
se hincha, o se seca!
Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.
¡Venga mi caballero
por esta senda!
¡Éntrese mi tirano
por esta cueva!
Tal es, cuando a mis ojos
su imagen llega,
cual si en lóbrego antro
pálida estrella
con fulgores de ópalo
todo vistiera.
A su paso la sombra
matices muestra,
como al sol que las hiere
las nubes negras.
¡Heme ya, puesto en armas,
en la pelea!
Quiere el príncipe enano
que a luchar vuelva:
¡Él para mí es corona,
almohada, espuela!
Y como el sol, quebrando
las nubes negras,
en banda de colores
la sombra trueca,
él al tocarla, borda
en la onda espesa
mi banda de batalla
roja y violeta.
¿Conque mi dueño quiere
que a vivir vuelva?
¡Venga mi caballero
por esta senda!
¡Éntrese mi tirano
por esta cueva!
¡Déjeme que la vida
a él, a él ofrezca!
Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.
José Martí
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