El infeliz que la manera ignore
de alzarse bien y caminar con brío,
de una virgen celeste se enamore
y arda en su pecho el esplendor del mío.
Beso, trabajo, entre sus brazos sueño
su hogar alzado por mi mano; envidio
su fuerza a Dios y, vivo en él, desdeño
el torpe amor de Tíbulo y de Ovidio.
Estan bella mi Carmen, es tan bella,
que si el cielo la atmósfera vacía
dejase de su luz, dice una estrella
que en el alma de Carmen la hallaría.
Y se acerca lo humano a lo divino
con semejanza tal cuando me besa,
que en brazos de un espacio me reclino
que en los confines de otro mundo cesa.
Tiene este amor las lánguidas blancuras
de un lirio de San Juan, y una insensata
potencia de creación que en las alturas
mi fuerza mide y mi poder dilata.
Robusto amor, en sus entrañas lleva
el germen de la fuerza y el del fuego,
y griego en la beldad, odia y reprueba
la veste indigna del amor del griego.
Señora el alma de la ley terrena,
despierta, rima en noche solitaria
estos versos de amor; versos de pena
rimó otra vez; se irguió la pasionaria
de amor al fin: aunque la noche llegue
a cerrar en sus pétalos la vida,
no hay miedo ya de que en la sombra pliegue
su tallo audaz la pasionaria erguida.
José Martí
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