Balada, quiero que busques a Amor,
y ante mi dama con él te presentes,
así que mi disculpa, que tú cantes,
razone mi señor luego con ella.
Con tanta cortesía vas, balada,
que sin acompañante
podrías atreverte en cualquier sitio;
pero si quieres ir más confiada,
a Amor busca antes,
pues ir sin él tal vez no fuera bueno;
puesto que aquella que debiera oírte,
airada, según creo, está conmigo:
si no fueras por él acompañada,
fácil es que te hiciera una deshonra.
Con dulce son, en cuanto estés con él,
empieza estas palabras,
después de haberñe compasión pedido:
«Aquel que a vos, señora, me ha enviado,
cuando gustéis, desea,
si excusa tiene, que me sea oída.
Aquí está Amor, que por vuestra hermosura
cambiar le hace el semblante, como quiere:
por qué le hizo así mirar a otra
pensadlo vos, que el corazón no os muda.»
Dile: «Señora, con tan firme fe
su corazón ha estado,
que a todo su pensar lleva a serviros:
pronto fue vuestro, sin dejaros nunca.»
Y si ella no te cree,
di que pregunte a Amor, que bien lo sabe;
y haz, cuando acabes, un humilde ruego:
si concederme su perdón la enfada,
ordéneme morir con un mensaje,
y se verá de un siervo obedecida.
Y di a quien es de toda piedad llave,
antes de que la dejes,
que le sabrá contar mi buen motivo:
«Por gracia de mi suave melodía
quédate tú con ella,
y dile cuanto quieras de tu siervo;
y si ella por tu ruego le perdona,
haz que un hermoso gesto paz le anuncie.»
Gentil balada mía, cuando gustes
marcha en el punto en el que honor recibas.
Dante Alighieri
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