¿Eres tú aquel que de nuestra señora
hablabas con nosotras a menudo?
A aquel en la voz bien te asemejas,
mas la figura parece distinta.
¿Y por qué lloras descorazonado,
haciendo que de ti se apiaden otros?
¿La viste tú llorar, y así no puedes
ocultar tu doliente pensamiento?
Déjanos ir llorando tristemente
(y peca aquel que nos diera consuelo)
que entre su llanto su hablar escuchamos.
Tanto su rostro la piedad descubre,
que quien hubiese querido mirarla
hubiese muerto ante ella que lloraba.
Dante Alighieri
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