sábado, 4 de julio de 2015

Sueños:

¡Oh, fuera mi joven vida un sueño perdurable,
sin que mi espíritu despertara hasta que el rayo
de una eternidad trajese el mañana!
¡Sí!, aunque ese largo sueño fuese de aflicción sin esperanza,
sería mejor que la realidad fría
de la vida despierta para quél cuyo corazón debe ser,
y ha sido siempre, en la tierra encantadora,
un caos de intensa pasión, desde su nacimiento.
Pero si fuese -ese sueño que eternamente
prosigue- como fueron los sueños para mí
en mi niñez, si así me fuese dado,
necio fuera seguir esperando más alto cielo.
Pues disfruté cuando brillaba el sol
en el cielo estival, con sueños de luz viva
y de belleza, y dejé mi mismo corazón
en climas que yo había imaginado, lejos
de mi propio hogar, con seres que eran
de mi propio pensamiento: ¿qué más podría haber visto?
Fue una vez, una sola vez, y esa hora delirante
de mi recuerdo no se borrará; algún poder
o hechizo me amarró: fue el viento helado
que vino a mí en la noche y dejó tras de sí
su imagen en mi espíritu; o la luna
que brilló en mis ensueños, en su excelso cenit,
con demasiado frío; o las estrellas; fuese lo que fuese,
aquel sueño fue como este viento nocturno: que pase.
He sido feliz, aunque sólo en un sueño.
He sido feliz, y adoro este tema:
¡sueños!, en su vívida imitación de la vida,
igual que en esa fugaz, vaga y nebulosa lucha
de la apariencia con la realidad que acerca
a los ojos que deliran más cosas bellas
de paraíso y amor, ¡y todas nuestras!,
que cuantas conoció la joven esperanza en su hora más risueña.

Edgar Allan Poe

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