Estilo vasco quiere decir privación de un sentimiento (el sentimiento trágico de la existencia) que ha sido curado en el proceso artístico prehistórico elaborado con esa finalidad y concluido victoriosamente en la nada-cromlech del Neolítico... Los cromlechs vascos son unas pequeñas piedras que dibujan un círculo muy íntimo, muy pequeño, de dos a cinco metros de diámetro, y que no tiene nada dentro.
Jorge Oteiza
Se paró todo. Se paró.
El hombre vasco
en lo real se hundió.
Y vio. Se halló.
Después vino la Historia
adormeciendo: ¡Loo...!
Él tenía su verdad.
No habló. Duró.
El hombre vasco llegó
a un absoluto que vio
en lo perfecto y redondo
del cromlech-sol.
Lo que pasa alrededor,
lo circular como unión,
y el hombre centrando todo
ese cósmico amor,
lo sintió, y en tal quedó.
Después hubo mil historias,
mil historias y un dolor.
Pero él se plató, y quedó,
con su estilo, con su forma
de decir y su expresión,
y sus poemas no escritos,
y su silencio mayor.
Ciertos espacios cuadrados,
huecos, quietos, aristados,
forman un mundo cerrado:
es el del cubo euclidiano.
Mas los espacios redondos
cuando están vacíos,
dan vueltas sobre sí mismos
sin término y sin fondo.
Es el sol o la espira
sumergiéndose en sí misma,
la quietud absoluta,
la rapidez infinita,
lo interior inviolable
del escondite interior,
el pasmo de lo sin fondo
y a vueltas, una absorción.
La geometría del cubo
es griega, y es exterior;
la del vasco, por secreta,
es el cromlech, sol sin Dios.
Hubo un tiempo en que luchamos
con más ímpetu radiante;
ahora, más fuertes, vivimos
la paz de no ser ya nadie.
Hablo de cosas que supe,
pero que ya no recuerdo:
la victoria de algo interno;
lo vasco como silencio.
Y tan seguro me siento,
que ya con nadie discuto
ni ya con nadie me explico.
Por eso, yo, primitivo,
regreso al cromlech sagrado
y a la central radiación
de aquella escultura hueca
en que el vasco se encontró.
Esa es la calma potente
y la paz como motor;
esa es la vida real
del trabajo y la invención.
El vasco se puso al margen
de la civilización.
No tuvo Historia; no tiene
más verdad que el cromlech-sol.
Pero a veces sale un loco,
y por eso escribo yo,
que al predicar el silencio,
doy el sí, diciendo no.
Es el círculo sagrado:
el de nuestro cromlech-sol;
es la magia del espacio
revivido en lo interior;
la escultura desde dentro
donde me siento el que soy,
la calma que todo mueve,
lo inmóvil de lo veloz.
Gabriel Celaya
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