Yo habitaba solo
en un mundo de lamentos,
y mi alma era una ola estancada
hasta que la hermosa y gentil Eulalia se convirtió en mi novia ruborosa,
hasta que la joven Eulalia de pelo dorado se convirtió en mi novia sonriente.
¡Ah, menos, menos brillantes
las estrellas de la noche
que los ojos de la radiante muchacha!
Y nunca un copo
que el vapor pueda formar
con los tonos lunares de púrpura y perla
puede rivalizar con el rizo más descuidado de la modesta Eulalia,
puede compararse con el rizo más humilde y desatendido de la Eulalia de los brillantes ojos.
Ahora la duda, ahora el dolor
nunca podrán volver,
pues su alma me devuelve suspiro por suspiro,
y durante todo el día
brilla, luminosa y fuerte,
Astarté en el cielo,
mientras siempre hacia ella la querida Eulalia eleva su mirada de matrona,
mientras siempre hacia ella la joven Eulalia eleva su mirada violeta.
Edgar Allan Poe
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