viernes, 3 de julio de 2015

Me compraré una risa:

(Je, je, je...
Jo, jo, jo...
Ja, ja, ja...)
Es la risa mecánica del mundo,
la risa del magazine y la pantalla,
la risa del megáfono y del jazz,
la risa sincopada de los negros,
la risa asalariada,
la risa que se alquila y que se compra...
¡Risa de almoneda y carnaval!
Risa de diez centavos o un penique,
de albayalde, de ferias y de pista,
de cabaret, de maquillaje y de boudoir.
Risa de propaganda y ordenanza
municipal y de pregón.
La que anuncian las rotativas,
las esquinas,
las vallas,
la radio,
el celuloide y el neón
y vende en todo el mundo
la gran firma
«Standard Smile Company».
(Je, je, je...
Jo, jo, jo...
Ja, ja, ja...)
«¡Smile, Smile, Smile!»
 Ahí pasa el pregonero.
Es aquel viejo vendedor de sombras
que ahora vende sonrisas.

«¡Risas, risas, risas!
Risas fabricadas a troquel
como pesos y como centavos.

Risas para las viudas y los huérfanos,
risas para el mendigo y el leproso,
risas para los chinos y para los judíos
-a la medida y a granel-,
risas para el Rey Lear
y para el Rey Edipo
y risas para España,
sin cuencas ya y sin lágrimas también.»

«¡Smile, Smile, Smile!»
Polvo es el aire,
polvo de carbón apagado...
y el mercader y el gobernante
pregonando sonrisas
para esconder la sombra
y la miseria.

«¡Risas, risas, risas!»

Polvo es el aire,
polvo de carbón apagado...
y el huracán y el viento
vendiendo a gritos
risas por la calle.

(¡Ja, ja, ja!...)
¡Perseguid esa zorra,
perseguid a esa zorra a pedradas,
perseguidla y matadla!

(Je, je, je...)

¡Silencio!... ¡Silencio!
Aquí no ríe nadie...
¡La risa humana ha muerto!...
¡Y la risa mecánica también!

Oíd, amigos,
los que comprasteis la sonrisa en una feria,
o en un ten cent store:
el que asesina la alegría
con la sonrisa merca luego,
y el creador del llanto
es el que dice: «¡Smile!»

(¡Ja, ja, ja!...)

Debajo de esa risa
que viene entre las sombras,
está el gesto del hambre,
muchos brazos caídos,
el panadero ocioso
y vagones de trigo hacia el fondo del mar.

(¡Ja, ja, ja!...)

Debajo de esa risa de ordenanza
que llega en las tinieblas,
hay un rictus de espanto,
una boca epiléptica,
una baba amarilla
y sangre... sangre y llanto.

(¡Ja, ja, ja!...)

Risas, risas...
viejas risas de México
para los ataúdes
y para los esqueletos.
Risas, risas,
risas para los vivos
y los muertos...
¡Je, je! Ahora me río yo...
la risa es contagiosa.
¡Eh, tú, traficante de risas!
¡Pregonero!...
A ver cuál es la mía.
Me reiré también. Después de todo
¿no tengo yo un resorte
aquí en los maseteros
que dispara la risa?
Y en los sobacos
también tengo cosquillas.
Además, ¿no hay sueños de artificio?
¿No se compran los sueños?
Pues compraré la risa.
¿Por qué no he de reírme
y hacer que tú te rías?
¡Je, je!... Ya ves. La risa es contagiosa.
¡Bastante contagiosa!
¡Más que la dignidad y la justicia!

León Felipe

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