De cuantos saludan tu presencia como la mañana;
de aquellos para quienes tu ausencia es la noche,
el borrar totalmente del alto cielo
el sagrado sol; de cuantos, llorando, te bendicen
cada hora por la esperanza, por la vida, ¡ah!, sobre todo
por la resurrección de la fe, profundamente enterrada,
en la verdad, en la virtud, en la humanidad;
de cuantos, yaciendo para morir en el profano lecho
de la desesperación, se han levantado de pronto
al suave murmullo de tus palabras, "¡Hágase la luz!",
al sauve murmullo de las palabras que se cumplieron
en la mirada seráfica de tus ojos;
de aquellos que más te deben, cuya gratitud
tanto se asemeja a la adoración, oh, recuerda
al más fiel, al más ferviente devoto,
y piensa que estas débiles líneas están escritas por él,
por él, que, según las escribe, se estremece al pensar
que su espíritu se comunica con el de un ángel.
Edgar Allan Poe
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