domingo, 5 de julio de 2015

Israfel:

Y el ángel Israfel, las cuerdas de cuyo corazón son un laúd, y que tiene la voz más dulce de todas las cristuras de Dios. -El Corán.

En el cielo mora un espíritu
"las cuerdas de cuyo corazón son un laúd";
nadie canta tan extremadamente bien
como el ángel Israfel,
y las volubles estrellas (así cuenta la leyenda)
cesando sus himnos, atienden al sortilegio
de su voz, mudas todas.

Vacilante allá arriba
en su cenit más alto,
la luna enamorada
se sonroja de amor,
mientras, por escuchar, el rojo rayo
(con las veloces Pléyades, incluso,
que eran siete)
se detiene en el cielo.

Y dicen (el coro estrellado
y los otros seres que escuchan)
que ese fuego de Israfel
se lo debe a aquella lira
a la que se sienta y canta,
al tembloroso hilo vivo
de sus cuerdas inusuales.

Pero los cielos que ese ángel recorre,
donde los pensamientos tienen que ser profundos,
donde el amor es un dios adulto,
donde la hurí relumbra, están
imbuidos de toda la belleza
que adoramos en un astro.

Y no estabas, por tanto, equivocado,
Israfel, cuando despreciaste
una canción desapasionada.
¡A ti te pertenecen los laureles,
al mejor bardo, pues eres el más sabio!
¡Gozosamente vive, y largo tiempo!

Los éxtasis allá en lo alto
a tu ardiente medida se acomodan
-a tu aflicción, a tu alegría, a tu odio, a tu amor,
al fervor de tu laúd-
¡bien hacen en callarse las estrellas!

El cielo es tuyo, sí, pero este mundo
lo es de dulzuras y amarguras;
nuestras flores son, simplemente, flores,
y la sombra de tu perfecta dicha
es la luz del sol de la nuestra.

SI yo pudiera habitar
donde Israfel
ha habitado, y él donde yo,
tal vez él no catase tan extremadamente bien
una melodía mortal,
y una nota más osada que ésta tal vez se elevara
de mi lira hasta el cielo.

Edgar Allan Poe

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