viernes, 3 de julio de 2015

El dulce cuento de la rosquilla:

Contar es enumerar y referir.
Tú cuentas: uno, dos, tres...
Él cuenta: un cuento, dos cuentos, tres cuentos...
Cuentas... cuentos... ¡Todos sabéis contar!
Pero al final de cuentas sólo contáis un cuento:
el dulce cuento de la rosquilla, nada más.
Porque la serpiente se chupa el caramelo de la cola
y se lo chupa el Hijo Pródigo...
y el último caballero del Graal...
y el miedo y el feto y la impotencia...
y la voluta desmayada del capitel barroco y aplastado de la Catedral
y el vendaje diamantino de la momia...
y el del sudario primero de Lázaro -primero y provisional-;
y la cinta dorada de la gorra...
y la hebilla de la espuela...
y el cíngulo de nieve y de sal
de la mujer de Lot, y el rosario...
y el balduque del legajo revolucionario y constitucional...
la cincha anillada de onzas y de balas
que ornamenta y sostiene el heroico vientre satisfecho del general...
y la ciega mula democrática,
y el toro fugitivo y fogueado que volverá a dormir en el corral;
y la verja de lanzas del palacio...
y la antigua muralla de la China...
y la nueva ciudadela del Kremlin...
y la gran estola cuaresmal...
Y la escalera se lo chupa también
(los que bajaron subirán
y los que subieron volverán a bajar).

León Felipe

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