viernes, 31 de julio de 2015

Creo en ti, alma mía:

Creo en ti, alma mía.
Pero el otro que soy, no debe humillarse ante ti ni tú debes humillarte ante él.

Deja las palabras,
la música y el ritmo;
apaga tus discursos;
túmbate conmigo en la hierba.
Sólo el arrullo quiero,
el susurro
y las sugestiones de la voz.
¿Te acuerdas de aquella mañana transparente de verano?
Estabas con la cabeza reclinada en mis rodillas y dulcemente te volviste hacia mí,
abriste mi camisa
y me buscaste con la lengua el corazón profundo.
Después te alargaste hasta hundirte en mi barba, te estiraste
y te adheriste a mí desde la cabeza hasta los pies.
Conocí entonces la paz y la sabiduría que están más allá de las disputas de la tierra.
Y ahora sé que la mano de Dios
es la promesa de mi mano;
que el espíritu de dios
es hermano de mi espíritu;
que todos los hombres nacidos en el mundo son mis
hermanos también
y que todas las mujeres son mis hermanas y mis amigas...
¡que un solo germen de la creación es amor!
Infinitas son las hojas erguidas o marchitas del bosque,
las hormigas oscuras que se afanan debajo de las hojas,
las costras musgosas de la cerca,
las piedras amontonadas;
infinito el saúco,
el gordolobo,
la fitolaca.

Walt Whitman

3 comentarios:

  1. Uno de mis poemas preferidos, cuanto me identifico con tus palabras Walt...

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  2. Me gusta mucho la traducción, ¿Saben a quien pertenece? gracias

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    1. Desgraciadamente no, lo extraje en su momento de un libro en PDF que solamente traía la poesía de Whitman sin ninguna otra información...
      Saludos y gracias por comentar!

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