viernes, 31 de julio de 2015

Creo en ti, alma mía:

Creo en ti, alma mía.
Pero el otro que soy, no debe humillarse ante ti ni tú debes humillarte ante él.

Deja las palabras,
la música y el ritmo;
apaga tus discursos;
túmbate conmigo en la hierba.
Sólo el arrullo quiero,
el susurro
y las sugestiones de la voz.
¿Te acuerdas de aquella mañana transparente de verano?
Estabas con la cabeza reclinada en mis rodillas y dulcemente te volviste hacia mí,
abriste mi camisa
y me buscaste con la lengua el corazón profundo.
Después te alargaste hasta hundirte en mi barba, te estiraste
y te adheriste a mí desde la cabeza hasta los pies.
Conocí entonces la paz y la sabiduría que están más allá de las disputas de la tierra.
Y ahora sé que la mano de Dios
es la promesa de mi mano;
que el espíritu de dios
es hermano de mi espíritu;
que todos los hombres nacidos en el mundo son mis
hermanos también
y que todas las mujeres son mis hermanas y mis amigas...
¡que un solo germen de la creación es amor!
Infinitas son las hojas erguidas o marchitas del bosque,
las hormigas oscuras que se afanan debajo de las hojas,
las costras musgosas de la cerca,
las piedras amontonadas;
infinito el saúco,
el gordolobo,
la fitolaca.

Walt Whitman

Me rodean gentes nuevas:

Me rodean gentes nuevas,
gentes que me acosan a preguntas...
Me llegan recuerdos de mi infancia,
de mi barrio,
de la ciudad,
de la nación;
pienso en las grandes fechas,
en los grandes sucesos,
en los grandes inventos,
en las nuevas empresas;
en los autores (en los antiguos y modernos);
me requieren la comida,
los amigos,
los vestidos;
me preocupan los ademanes,
las atenciones,
las deudas.
Me distraen la indiferencia real o fingida de las gentes que amo,
las dolencias de mis parientes,
mis propias dolencias,
las malas acciones,
la falta y la pérdida del dinero,
el abatimiento
y la exaltación.
Me acongojan las batallas
y los horrores de la guerra fratricida;
me angustian las noticias inciertas
y los acontecimientos definitivos...
Todas estas cosas llegan a mí de noche y de día,
entran en mi vida,
vienen y se van...
¡pero yo no soy nada de esto!

Yo estoy fuera de estos empujones
que me traen y me llevan,
Yo me quedo arriba
alegre, ocioso,
compasivo,
viéndolo todo en panorama,
mirando, erguido el mundo desde lo alto
o apoyado el brazo sobre un sostén seguro,
aunque invisible,
esperando curioso,
con la cabeza medio vuelta hacia un lado,
lo que va a acontecer...
el acto siguiente.
¡Yo estoy dentro y fuera del juego a la vez...
y lleno de asombro!

Miro hacia atrás
y me veo en la niebla discutiendo con satíricos y sofistas.
Pero yo no he venido a disputar ni a escarnecer.
Estoy aquí observando y... ¡espero!

Walt Whitman

He oído a unos juglares:

He oído a unos juglares que hablaban del comienzo
y del fin.
Pero yo no hablo del comienzo y del fin.

Nunca ha habido otro comienzo que éste de ahora,
ni más juventud que ésta
ni mas vejez que ésta;
y nunca habrá más perfección que la que tenemos
ni más cielo
ni más infierno que éste de ahora.

Instinto... instinto... instinto
Instinto siempre procreando el mundo.
De la sombra surgen los iguales que se contradicen y se complementan,
la sustancia que se multiplica...
el sexo siempre,
siempre una malla de identidades y diferencias...
y la preñez y el parto siempre.
Inútil es querer perfeccionar.
Esto lo saben ya los doctos y los indoctos.
Firmes,
clavados
ligados,
abrazados al mismo palo,
resistiendo como caballos percherones,
amorosos,
altivos
y eléctricos...
¡yo y este misterio estamos aquí!

Clara y tierna es mi alma.
Y claro y tierno es mi cuerpo:
todo lo que no es mi alma también.

Si falta uno, faltan los dos.
Y lo invisible se prueba por lo visible,
hasta que lo visible se haga invisible y sea probado a su vez.

En todas las edades el mundo ha dispuesto sobre lo
bueno y lo malo.
Pero yo que conozco la correspondencia exacta
y la imparcialidad absoluta de las cosas,
no discuto,
me callo
y me voy a bañar al río para admirar mi cuerpo.
Hermoso es cada uno de mis órganos y mis atributos,
y los de otro hombre cualquiera sano y limpio.
No hay en mi cuerpo ni una pulgada vil;
nobles son todos los átomos de mi ser
y ninguno me es más conocido que los otros.

Estoy satisfecho:
veo, danzo, río, canto...
Cuando mi amante y fervoroso camarada, que ha dormido a mi lado toda la noche,
se levanta y se va sigilosamente al amanecer,
dejándome canastas, tapadas con blancos lienzos que llenan y alegran mi casa con su abundancia, las acepto sin remilgos,
sin preguntar de dónde vienen
y sin ponerme a calcular lo que valen.

Walt Whitman

Las casas y los aposentos están cargados de perfumes:

Las casas y los aposentos están cargados de perfumes,
los estantes y los armarios están cargados de perfumes.
Aspiro y me complazco en su fragancia,
siento su influjo enervador,
pero me rebelo...  Me rebelo y me escapo.

La atmósfera no es un perfume.
No tiene el gusto de las esencias;
es inodora,
está hecha para mi boca
y yo lo absorbo y la adoro como a una novia.
Iré a los repechos donde comienzan los bosques y me desnudaré para gozar enloquecido su contacto.

Me gusta ver el vaho de mi aliento,
las ondas del río,
los hilos de seda que se cruzan entre los árboles,
las horquillas donde descansa la vid.

Me gusta oír los ecos,
los zumbidos,
los murmurios de la selva.
Me gusta sentir el empuje amoroso de las raíces
al través de la tierra,
el latido de mi corazón,
la sangre que inunda mis pulmones,
el aire puro que los orea
en inspiraciones y espiraciones amplias.
Me gusta olfatear las hojas verdes
y las hojas secas,
las rocas negruzcas de la playa
y el heno que se apila en los pajares.
Me gusta oír el escándalo de mi voz, forjando palabras que se pierden en los remolinos del viento.
Me gusta besar,
abrazar
y alcanzar el corazón de todos los hombres con mis brazos.
Me gusta ver entre los árboles el juego de luces y de sobras cuando la brisa agita las ramas.
Me gusta sentirme solo entre las multitudes de la ciudad,
en las estepas
y en los flancos de la colina.
Me gusta sentirme fuerte y sano bajo la luna llena
y levantarme cantando alegremente a saludar al sol.
¿Qué creíais?
¿Qué me conformaría con mil hectáreas de tierra nada
más?
¿Pensasteis que toda la tierra sería demasiado para mí?
¿Para qué habéis aprendido a leer si no sabeís ya interpretar mis poemas?

Quédate hoy conmigo,
vive conmigo un día y una noche
y te mostraré el origen de todos los poemas.
Tendrás entonces todo cuanto hay de grande en la Tierra y en el Sol
(existen además millones de soles más allá)
y nada tomarás ya nunca de segunda ni de tercera mano,
ni mirarás más por los ojos de los muertos,
ni te nutrirás con el espectro de los libros.
Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos
ni tomarás las cosas de mis manos.
Aprenderás a escuchar en todas direcciones
y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser.

Walt Whitman

Me celebro:

Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
par ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.

Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que me muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es mi misión y no lo olvidaré;
que nadie lo olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de par en par las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada.

Walt Whitman

Mañana cambio el escaparate:

No es mi aura, no.
Son las luces del Corte Inglés.
Lo que ves en mi cara
no es una sonrisa,
es un escaparate.
Es una tienda.
Es una barra libre.
"Entra y coge lo que quieras".
Hoy estoy de rebajas,
hoy acaricio gratis.
Hoy me vendo
a este mar de gente
que espera el semáforo
que tan bien me conoce,
porque no me conoce nada.
Hoy regalo palabras.
Hoy estoy de promoción.
Hoy podría convencer a cualquiera
de que me comprara un rato,
de que me amara toda la vida.


Carmen Ruíz Fleta

jueves, 30 de julio de 2015

La luna y la muerte:

La luna tiene dientes de marfil.
¡Qué vieja y triste asoma!
Están los cauces secos,
los campos sin verdores,
y los árboles mustios
sin nidos y sin hojas.
Doña muerte, arrugada,
pasea por sauzales
con su absurdo cortejo
de ilusiones remotas.
Va vendiendo colores
de cera y de tormenta
como un hada de cuento
mala y enredadora.

La luna le ha comprado
pinturas a la Muerte.
En esta noche turbia
¡está la luna loca!

Yo mientras tanto pongo
en mi pecho sombrío
una feria sin músicas
con las tiendas de sombra.

Federico García Lorca

Chopo muerto:

¡Chopo viejo!
Has caído
en el espejo
del remanso dormido,
abatiendo tu frente
ante el Poniente.
No fue el vendaval ronco
el que rompió tu tronco,
ni fue el hachazo grave
del leñador, que sabe
has de volver
a nacer.

Fue tu espíritu fuerte
el que llamó a la muerte,
al hallarse sin nidos, olvidado
de los chopos infantes del prado.
Fue que estabas sediento
de pensamiento,
y tu enorme cabeza centenaria,
solitaria,
escuchaba los lejanos
cantos de tus hermanos.

En tu cuerpo guardabas
las lavas
de tu pasión,
y en tu corazón,
el semen sin futuro de Pegaso.
La terrible simiente
de un amor inocente
por el sol del ocaso.

¡Qué amargura tan honda
para el paisaje,
el héroe de la fronda
sin ramaje!

Ya no serás la cuna
de la luna,
ni la mágica risa
de la brisa,
ni el bastón de un lucero
caballero.

No tornará la primavera
de tu vida,
ni verás la sementera
florecida.
Serás nidal de ranas
y de hormigas.

Tendrás por verdes canas
las ortigas,
y un día la corriente
sonriente
llevará tu corteza
con tristeza.

¡Chopo viejo!
Has caído
en el espejo
del remanso dormido.
Yo te vi descender
en el atardecer
y escrito tu elegía,
que es la mía.

Federico García Lorca

Balada de un día de Julio:

Esquilones de plata
llevan los bueyes.

-¿Dónde vas, niña mía,
de sol y nieve?

-Voy a las margaritas
del prado verde.

-El prado está muy lejos
y miedo tienes.

-Al airón y a la sombra
mi amor no teme.

-Teme al sol, niña mía,
de sol y nieve.

-Se fue de mis cabellos
ya para siempre.

-¿Quién eres, blanca niña?
¿De dónde vienes?

-Vengo de los amores
y de las fuentes.

Esquilones de plata
llevan los bueyes.

-¿Qué llevas en la boca
que se te enciende?

-La estrella de mi amante
que vive y muere.

-¿Qué llevas en el pecho,
tan fino y leve?

-La espada de mi amante
que vive y muere.

-¿Qué llevas en los ojos,
negro y solemne?

-Mi pensamiento triste
que siempre hiere.

-¿Por qué llevas un manto
negro de muerte?

-¡Ay, yo soy la viudita,
triste y sin bienes,

del conde del Laurel
de los Laureles!

-¿A quién buscas aquí,
si a nadie quieres?

-Busco el cuerpo del conde
 de los Laureles.

-¿Tu buscas el amor,
viudita aleve?
Tú buscas un amor
que ojalá encuentres.

-Estrellitas del cielo
son mis quereres,
¿dónde hallaré a mi amante
que vive y muere?

-Está muerto en el agua,
niña de nieve,
cubierto de nostalgias
y de claveles.

-¡Ay!, caballero errante
de los cipreses,
una noche de luna
mi alma te ofrece.

-¡Ah Isis soñadora!
Niña sin mieles,
la que en boca de niños
su cuento vierte.
Mi corazón te ofrezco.
Corazón tenue,
herido por los ojos
de las mujeres.

-Caballero galante,
con Dios te quedes.
Voy a buscar al conde
de los Laureles.

-Adiós, mi doncellita,
rosa durmiente,
tú vas para el amor
y yo a la muerte.

Esquilones de plata
llevan los bueyes.

Mi corazón desangra
como una fuente.

Federico García Lorca

Este empeño mío:

Este empeño mío
de nacer cada mañana,
me costará caro.
El mundo no soporta,
así como así,
que alguien se resista
a unirse a los adultos,
a los que saben más,
a los que dirigen mejor,
a los que “crecen”,
a los que medran,
a los que pueden.
No soporta
a alguien que se resista
a esa especie de muerte
que ellos llaman vida.


Begoña Abad

Fórmula para la gestión proporcional de la vida:

Dedíquese un tercio de la vida al sueño
Un tercio del salario a la vivienda
Un tercio del amor a la sospecha
Un tercio de las emociones al zapping
Un tercio de las erecciones al suicidio
Un tercio de las ojeras al miedo
Un tercio del miedo a los otros
Un tercio del sueño a las pesadillas
Un tercio de cada tercio al banco
Un tercio del destino a lo improbable
Y la mitad, solo la mitad de cada tercio de lo que somos, a tratar de 

parecernos a lo que deberíamos ser.

Paco Gómez Nadal

martes, 28 de julio de 2015

Madrigal de Verano:

Junta tu roja boca con la mía,
¡oh Estrella la gitana!
Bajo el oro solar del mediodía
morderé la manzana.

En el verde olivar de la colina
hay una torre mora,
del color de tu carne campesina
que sabe a miel y aurora.

Me ofreces en tu cuerpo requemado,
el divino alimento
que da flores al cauce sosegado
y luceros al viento.

¿Cómo a mí te entregaste, luz morena?
¿por qué me diste llenos
de amor tu sexo de azucena
y el rumor de tus senos?

¿No fue por mi figura entristecida?
(¡Oh mis torpes andares!)
¿Te dio lástima acaso de mi vida,
marchita de cantares?

¿Cómo no has preferido a mis lamentos
los muslos sudorosos
de un San Cristóbal campesino, lentos
en el amor y hermosos?

Danaide del placer eres conmigo.
Femenino Silvano.
Huelen tus besos como huele el trigo
reseco del verano.

Entúrbiame los ojos con tu canto.
Deja tu cabellera
extendida y solemne como un manto
de sombra en la pradera.

Píntame con tu boca ensangrentada
un cielo del amor,
en un fondo de carne la morada
estrella de dolor.

Mi pigaso andaluz está cautivo
de tus ojos abiertos;
volará desolado y pensativo
cuando los vea muertos.

Y aunque no me quisieras te querría
por tu mirar sombrío,
como quiere la alondra al nuevo día,
sólo por el rocío.

Junta tu roja boca con la mía,
¡oh Estrella la gitana!
Déjame bajo el claro mediodía
consumir la manzana.

Federico García Lorca

Elegía:

Como un incensario lleno de deseos,
pasas en la tarde luminosa y clara
con la carne oscura de nardo marchito
y el sexo potente sobre tu mirada.

Llevas en la boca tu melancolía
de pureza muerta, y en la dionisíaca
copa de tu vientre la araña que teje
el velo infecundo que cubre la entraña
nunca florecida con las visas rosas
fruto de los besos.

En tus manos blancos
llevas la madeja de tus ilusiones,
muertas para siempre, y sobre tu alma
la pasión hambrienta de besos de fuego
y tu amor de madre que sueña lejanas
visiones de cunas en ambientes quietos,
hilando en los labios lo azul de la nana.

Como Ceres dieras tus espigas de oro
si el amor dormido tu cuerpo tocara,
y como la Virgen María pudieras
brotar de tus senos otra vía láctea.

Te marchitarás como la magnolia.
Nadie besará tus muslos de brasa.
Ni a tu cabellera llegarán los dedos
que la pulsen como las cuerdas de un arpa.

¡Oh mujer potente de ébano y de nardo!,
cuyo aliente tiene blancor de biznagas.
Venus del Mantón de Manila que sabe
del vino de Málaga y de la guitarra.

¡Oh cisne moreno!, cuyo lago tiene
lotos de saetas, olas de naranjas
y espumas de rojos claveles que aroman
los niños marchitos que hay bajo sus alas.

Nadie te fecunda. Mártir andaluza,
tus besos debieron ser bajo una parra
plenos del silencio que tiene la noche
y del ritmo turbio del agua estancada.

Pero tus ojeras se van agrandando
y tu pelo negro va siendo de plata;
tus senos resbalan escanciando aromas
y empieza a curvarse tu espléndida espalda.

¡Oh mujer esbelda, maternal y ardiente!
Virgen dolorosa que tiene clavadas
todas las estrellas del cielo profundo
en su corazón ya sin esperanza.

Eres el espejo de una Andalucía
que sufre pasiones gigantes y calla,
pasiones mecidas por los abanicos
y por las mantillas sobre las gargantas
que tienen temblores de sangre, de nieve,
y arañazos rojos hechos por miradas.

Te vas por la niebla de otoño, virgen
como Inés, Cecilia, y la dulce Clara,
siendo una bacante que hubiera danzado
de pámpanos verdes y vid coronada.

La tristeza inmensa que flota en tus ojos
nos dice tu vida rota y fracasada,
la monotonía de tu ambiente pobre
viendo pasar gente desde tu ventana,
oyendo la lluvia sobre la amargura
que tiene la vieja calle provinciana,
mientras que a lo lejos suenan los clamores
turbios y confusos de unas campanadas.

Mas en vano escuchaste los acentos del aire.
Nunca llegó a tus oídos la dulce serenata.
Detrás de tus cristales aún miras anhelante.
¡Qué tristeza tan honda tendrás dentro del alma
al sentir en el pecho ya cansado y exhausto
la pasión de una niña recién enamorada!

Tu cuerpo irá a la tumba intacto de emociones.
Sobre la oscura tierra brotará una alborada.
De tus ojos saldrán dos claveles sangrientos,
y de tus senos, rosas como la nieve blancas.
Pero tu gran tristeza se irá con las estrellas,
como otra estrella digna de herirlas y eclipsarlas.

Federico García Lorca

Tú, lector:

Tú, lector, palpitas de vida y de orgullo y de amor como yo,
para ti, pues, estos cantos.

Walt Whitman

domingo, 26 de julio de 2015

A ti:

Desconocido, si al pasar junto a mí deseas hablarme,
¿por qué no has de hablarme?
¿y por qué no he de hablarte?

Walt Whitman

Poetas futuros:

¡Poetas futuros, oradores, cantores, músicos futuros!
No me justificará este día ni responderá por mí,
pero vosotros, de una generación nueva, pura,
atlética, continental, más grande que todas las
generaciones conocidas,
¡Despertad, pues tenéis que justificarme!

Yo no hago otra cosa que escribir una o dos
palabras indicativas para el porvenir;
no hago otra cosa que avanzar un instante, y luego
me vuelvo apresuradamente a las tinieblas.

Soy un hombre que, vagando a la ventura y sin
detenerse, os dirige una mirada casual y vuelve
el rostro,
dejando que vosotros lo analicéis y lo defináis,
esperando de vosotros lo más importante.

Walt Whitman

Viajes por los Estados:

Viajes por los Estados emprendemos
(Siempre por el mundo, impulsados por estos cantos,
zarpamos hacia todos los países, hacia todos los mares),
nosotros, discípulos espontáneos de todos, maestros
de todos y amantes de todos.
Hemos visto a las estaciones ofrecerse y pasar,
y hemos dicho: ¿por qué un hombre o una mujer
no hacen lo que las estaciones y se ofrecen como ellas?

Demoramos un poco en todas las ciudades y pueblos,
recorremos el Canadá, el Nordeste, el extenso valle
del Misisipí y los Estados del Sur,
nos tratamos como iguales con cada uno de los Estados,
nos sometemos a prueba e invitamos a los hombres
y mujeres a que nos escuchen.
Nos decimos: Recordad, no temáis, sed sinceros,
mostrad el cuerpo y el alma,
demorad un rato y pasad, sed copiosos, sobrios,
castos, magnéticos,
y que lo que ofrezcáis vuelva como vuelven las estaciones,
y que sea como ellas.

Walt Whitman

Cuando meditaba en silencio:

Cuando meditaba en silencio,
resolviendo mis poemas, juzgándolos, demorando,
se irguió ante mí un Fantasma de dudoso aspecto,
terrible en su belleza, en su lozanía, en su fuerza,
genio de los poetas de las naciones viejas,
y, lanzándome miradas como llamas,
señalando con el dedo muchos poemas inmortales,
y con voz amenazadora, ¿Qué cantas?, dijo,
¿No sabes que sólo hay un tema para los bardos inmortales?
Y ese tema es la Guerra, la suerte de las batallas,
la creación de soldados perfectos.

Así sea, respondí,
yo también, altiva Sombra, canto la guerra, y una
guerra más larga y más grande que las otras;
Está empeñada en mi libro con varia fortuna, con
huidas, con avances y retiradas, con la victoria
diferida e indecisa
(No obstante, la creo segura, o casi segura, al fin), el
campo de batalla es el mundo,
a vida o muerte, por el Cuerpo y por el Alma eterna,
he aquí que he llegado, entono el himno de las batallas,
y, sobre todo, estimulo el nacimiento de soldados valerosos.

Walt Whitman


Canto el yo:

Canto el yo, persona simple, separada;
No obstante, pronuncia la palabra democrática, la palabra En Masa.
La fisiología de la cabeza a los pies, yo canto,
ni la fisonomía sola, ni el cerebro solo, son dignos de la Musa;
digo que el Cuerpo completo es más digno,
a la Mujer igual que al Hombre, yo canto.

De la Vida inmensa en la pasión, en la elasticidad, en la fuerza,
alegre, para la más libre acción formado según las leyes divinas,
canto al Hombre Moderno.

Walt Whitman

viernes, 24 de julio de 2015

Broma, astucia y venganza:

1. Invitación
Atreveos con mi dieta, comilones.
Mañana os sabrá mejor,
y pasado mañana, hasta buena.
Entonces querréis aún más.
No otra cosa hacen mis siete recetas de siempre,
insuflándome ánimos nuevos.

2. Mi dicha
Desde que me cansé de buscar,
aprendí a encontrar.
Desde que un viento me plantó cara,
navego con todos los vientos.

3. Intrépido
Donde estés, ¡cava profundo!,
que debajo está la fuente.
Deja que los hombres sombríos griten:
«¡Abajo siempre está el infierno!».

4. Diálogo
¿Estaba enfermo? ¿Estoy curado?
¿Quién ha sido mi médico?
¡He olvidado todo!
B. -Ahora sí que estás curado:
porque curado está quien olvida.

5. A los virtuosos
También nuestras virtudes
han de alzar los pies con ligereza:
¡como los versos de Homero, deben venir e irse!

6. Inteligencia mundana
¡No te quedes en el llano!
¡No subas hasta la cima!
El mundo se ve más bello
desde media altura.

7. Vademecum-Vadecum
¿Te atraen mis modales y mi lenguaje?
¿Me sigues, marchas tras de mí?
Sólo marcha fiel detrás de ti mismo:
sólo así me sigues... ¡poco a poco! ¡Poco a poco!

8. A la tercera muda de piel
Ya mi piel se me levanta y reseca.
Y ansía tierra la serpiente
con tanto más deseo
cuanto más tierra ha digerido.
Ya, hambriento, por caminos torcidos,
me arrastro entre piedras y yerba,
para comer lo que siempre he comido,
¡a ti, dieta de serpiente, tierra!

9. Mis rosas
Sí, mi dicha quiere hacer feliz.
Toda dicha quiere, en efecto, hacer feliz.
¿Queréis coger mis rosas?
Tenéis que agacharos y ocultaros
entre zarzas y rocas,
¡chupaos los deditos de vez en cuando!
Porque a mi dicha le gusta bromear.
Porque a mi dicha le gusta ser maliciosa.
¿Queréis coger mis rosas?

10. El despectivo
Mucho he dejado caer y rodar,
y me llamáis despectivo por ello.
Quien apura hasta la última gota de copas llenas,
deja que caiga y ruede mucho.
Mas no por ello piensa mal del vino.

11. Dice el refrán
Qué es afilado, grosero y suave a la vez,
confiado y raro, sucio y puro,
donde se dan cita el loco y el cuerdo.
Todo esto soy yo, quiero serlo:
¡paloma, serpiente y cerdo a la vez!

12. A un amigo de la luz
Si quieres que tus ojos y tus sentidos
no desfallezcan,
sigue el sol aun por la sombra.

13. Para bailarines
Hielo resbaladizo: un paraíso
para quien sabe bailar bien.

14. El valiente
Mejor una enemistad de una pieza
que una amistad pegada a retazos.

15. Herrumbre
También necesitas herrumbre,
no basta con estar afilado.
O siempre, de lo contrario, dirán de ti:
«Aún des demasiado joven».

16. Hacia arriba
¿Cómo subo mejor a la montaña?
¡Simplemente sube, y no pienses en ello!

17. Máxima del violento
¡Nunca pidas nada! ¡Deja de lamentarte!
¡Coge, coge siempre, te lo pido!

18. Almas estrechas
Me horrorizan las almas estrechas;
uno no encuentra en ellas nada bueno,
pero tampoco casi nada malo.

19. El seductor involuntario
Para pasar el tiempo,
disparó al aire una palabra huera
-y cayó, sin embargo, así una mujer.

20. Digno de considerar
Un dolor doble es más fácil de soportar
que un dolor: ¿quieres atreverte a ello?

21. Contra el darse aires
No te hinches: de lo contrario,
un simple pinchazo te llevará al suelo.

22. Hombre y mujer
«Rapta con violencia a la mujer
por la que tu corazón vibra.»
Así piensa el hombre;
la mujer no rapta, roba.

23. Interpretación
Cuando me interpreto, estoy implicado:
no puedo interpretarme a mí mismo.
Sólo quien asciende a su propio camino
conduce mi imagen hacia una luz más clara.

24. Cura de pesimistas
¿Te quejas porque no hallas nada sabroso?
¿Sigues, amigo, con tus viejos caprichos?
Te oigo renegar, alborotarte, escupir,
así me quebrantas la paciencia y el corazón.
Sígueme, amigo mío, y decide
tragarte un sapito gordo por ti mismo,
rápidamente, sin parar mientes en él:
te ayudará en tu dispepsia.

25. Petición
Conozco el alma de muchos
mas no sé quién yo soy,
mi mirada está demasiado cerca,
no soy lo que he visto y veo;
me sería más útil
si me pudiera sentar más lejos.
¡No, en verdad, tan lejos como mi enemigo!
¡Incluso demasiado lejos está mi cercano amigo!
¡Pues entre él y yo un punto medio!
¿Adivináis lo que os pido?

26. Mi dureza
Tengo que pasar por cien escalones,
tengo que subirlos, y ya oigo vuestras voces:
«¡Qué duro eres! ¿Acaso somos de piedra?».
Tengo que pasar por cien escalones,
y a nadie le gusta ser escalón.

27. El caminante
«¡Ya no hay camino! En torno sólo queda el abismo
y un silencio mortal.»
¡Así lo querías!
¡Tu voluntad se apartó del camino!
¡Es tu hora, paseante!
¡Es la hora de la mirada clara y de la sangre fría!
Perdido estás si crees -¡en el peligro!

28. Consuelo para principiantes
Contemplad al niño entre gruñidos de cerdos,
desvalido, con los pies encogidos.
Sólo puede llorar, nada más que llorar,
¿Aprenderá alguna vez a levantarse y andar?
¡No tengáis miedo! Pronto, supongo,
podréis ver al niño bailar.
Una vez levantado sobre sus dos piernas,
será capaz de sostenerse hasta sobre su cabeza.

29. Egoísmo estelar
Si no rodase en torno a mí,
semejante a un redondo tonel,
¿cómo soportaría, sin quemarme,
correr tras el ardiente sol?

30. El prójimo
Prefiero que el prójimo no esté cerca:
¡más bien lejos y a distancia!
¿Cómo si no se convertiría en mi estrella?

31. El santo disfrazado
Para que tu felicidad no nos deprima,
te envuelves con diabólicas artimañas,
con ingenio y vestimenta diabólicos.
¡Aunque todo en vano!
Mas cuando miras,
¡la santidad surge de tu mirada!

32. El esclavo
A.-Está de pie y escucha:
¿qué es lo que le lleva a equívocos?
¿Qué es lo que zumba en sus oídos?
¿Qué es lo que le ha dejado postrado en tierra?
B.-Como todo el que ha llevado alguna vez cadenas,
escucha por doquier... su sonido.

33. El solitario
¡Qué odiosos me resultan el seguir y el dirigir!
¿Obedecer? ¡No! ¡Y tampoco mandar!
Nadie temerá a quien no se teme a sí mismo.
Y sólo puede dirigir a los otros quien causa temor.
¡Si hasta dirigirme a mí mismo me resulta odioso!
Como el animal del bosque y del mar,
me gusta perderme durante un buen ratito,
recogido, meditabundo, en benévolo extravío,
atrayéndome, desde la lejanía, finalmente, al hogar,
para así seducirme... a mí mismo.

34. Séneca at hoc genus omne [y su especie].
Escribe una y otra vez
sus insoportables y sabias sandeces,
como si valiera el primum scribere,
deinde philosophari [primero escribir, luego filosofar].

35. Helado
En efecto, algunas veces hago helado:
¡pues muy provechoso es el helado para digerir!
Si tuvieseis que digerir mucho,
¡cómo os gustaría mi helado!

36. Escritos de juventud
El Alfa y Omega de mi sabiduría
sonaron aquí. ¿Qué escuché?
Hoy han dejado de sonarme así;
sólo sigo oyendo los eternos ¡Ah! y ¡Oh!
de mi juventud.

37. Cuidado
Por esas tierras no conviene viajar ahora;
y si tienes espíritu, redobla tu precaución.
Aquí se te atrae y se te ama hasta el desgarro:
¡en espíritus tan exaltados siempre falta el espíritu!

38. Habla el piadoso
¡Dios nos ama porque nos creó!
-«El hombre creó a Dios»,
así dice el sutil sobre el asunto.
¿Y no debe amar lo que creó?
¿Acaso no deberá negarlo porque lo creó?
Este argumento cojea, lleva la pezuña del diablo.

39. En el verano
 ¿Debemos comer el pan nuestro
con el sudor de nuestra frente?
Sudando no conviene comer nada,
así opinan los sabios médicos.
La canícula advierte: ¿qué le hace falta?
¿Qué indica su ardiente aviso?
¡Con el sudor de nuestra frente
debemos beber nuestro vino!

40. Sin envidia
Sí, él mira sin envidia alguna,
¿y lo alabáis por ello?
Al tener ojo de águila para la lejanía,
él no mira a vuestros honores,
tampoco os ve: ¡sólo ve estrellas, estrellas!

41. Heraclitismo
Toda dicha terrena
la proporciona, amigos, el combate.
Sí, para ser amigos
se necesita el humo de la pólvora.
Los amigos son uno mismo en tres casos:
hermanos en la necesidad,
iguales ante los enemigos,
y libres -¡ante la muerte!

42. Principio de los demasiado sutiles
¡Es mejor ir de puntillas
que a cuatro patas!
¡Es mejor ir por rendijas
que por puertas abiertas!

43. Consejo
¿Tienes como objetivo la gloria?
Ten en cuenta esta lección:
renuncia a tiempo,
libremente, ¡al honor!

44. El profundo
¿Un investigador? ¡Ahórrate esta palabra!
Sólo soy pesado -¡y no con pocas libras!
Así caigo, caigo continuamente,
¡hasta que llego al fondo!

45. Para siempre
«Llego hoy porque hoy me conviene»
-así piensa siempre el que viene para siempre.
¿Qué le importa que el mundo le esgrima?:
«¡Vienes demasiado pronto! ¡Vienes demasiado tarde!»

46. Juicio del fatigado
Todos los demacrados lanzan maldiciones contra el sol.
De los árboles tan sólo aprecian -¡su sombra!

47. Descenso 
«Se hunde, ahora cae» -os burláis a veces-;
a decir verdad, hacia vosotros desciende.»
Ahíto de felicidad, ésta se convirtió en pesadumbre.
Ahíto de luz, va tras vuestra oscuridad.

48. Contra las leyes
Desde hoy, colgado de mi cuello,
en una cinta de crin,
cuelga el reloj de las horas.
Desde hoy cesará el curso de los astros,
sol, sombras y canto de los gallos,
y cuanto me anuncia siempre el tiempo
estará ahora mundo, sordo y ciego:
ahora calla para mí toda la naturaleza,
en el tictac de la ley y de la hora.

49. Habla el sabio
Alejado del pueblo, aunque útil al pueblo,
marcho por el camino, ya sol, ya nube,
¡y siempre sobre este pueblo!

50. Perder la cabeza
Ella ahora tiene espíritu, ¿cómo es que lo encontró?
Por su culpa, un hombre recientemente
perdió el juicio.
Antes de perder el tiempo, era una gran cabeza,
Al diablo se fue su cabeza... ¡No! ¡No! ¡A la mujer!

51. Deseos piadosos
«Ojalá que todas las llaves
se perdieran de repente,
y en cada cerradura
girasen las ganzúas.»
-Éste ha sido siempre el sentir
de quien es ganzúa.

52. Escribir con el pie
No escribo sólo con la mano:
pues el pie siempre quiere escribir conmigo.
Corre firme, libre, valiente,
bien por el campo, bien por el papel.

53.  «Humano, demasiado humano.» Un libro.
Melancólico y pusilánime si miras atrás.
Confiando en el futuro donde a ti mismo confías.
¿Oh, pájaro, te cuento entre las águilas?
¿Eres el búho favorito de Minerva?

54. A mi lector
¡Yo te deseo un buen estómago
y buena dentadura!
Una vez que pruebes mi libro,
seguro que
estarás de acuerdo conmigo.

55. El pintor realista
«Ser fiel a la naturaleza por completo» ¿Cómo lo hace?
¿Acaso una vez que fuera ésta
despachada en una imagen?
¡Infinito es el más pequeño fragmento del mundo!
Él sólo pinta lo que le gusta.
¿Y qué le gusta? ¡Lo que sabe pintar!

56. Vanidad de poeta
Sólo dadme pegamento que, enseguida,
encontraré la madera para el pegamento.
Dar sentido a cuatro rimas absurdas,
¡no es cosa que haga cualquiera!

57. Gusto exigente
Si se me dejara elegir,
elegiría gustosamente un pequeño sitio
en medio del paraíso,
mejor aún, ¡a su puerta!

58. La nariz torcida
Altivamente, mira la nariz
a la tierra, sus ventanas se ahuecan.
Caes, pues, rinoceronte sin cuerno,
mi orgulloso hombrecillo,
siempre de frente.
Y siempre se encuentran
torcida nariz y tieso orgullo.

59. La pluma garabatea
La pluma garabatea: ¡demonios!
¿Condenado estoy a tener que garabatear?
Con osadía agarro el tintero,
y escribo utilizando gruesos ríos de tinta.
¡Cómo fluye, tan rebosante, tan ancha!
¡Qué bien me sale lo que hago!
A decir verdad, la letra no es clara.
¿Y qué más da? Pues, ¿quién lee lo que yo escribo?

60. Hombres superiores
A éste se le debería alabar por ascender,
mas aquél siempre viene de las alturas.
Y vive allí donde no le llega la alabanza,
¡pues él es de las alturas!

61. Habla el escéptico
Ha pasado la mitad de tu vida.
La aguja avanza, el alma se estremece.
Durante mucho tiempo ella vagó,
buscando y no hallando... ¿y ahora titubea?
Ha pasado la mitad de tu vida:
huno dolor y error, hora tras hora.
¿Qué buscas aún? ¿Por qué?...
Precisamente busco eso: ¡el porqué de los porqués!

62. Ecce Homo
¡Sí! ¡Sé muy bien de dónde procedo!
Tan insaciable como la llama,
ardo y me consumo.
Todo cuanto toco luz se hace,
todo cuanto abandono, carbón:
llama soy, de eso seguro.

63. Moral estelar
Predestinada a la órbita estelar,
¿qué te importa, estrella, la oscuridad?
Rueda bienaventurada por este tiempo.
¡Que tu pena te sea extraña y remota!
Tu brillo pertenece a un mundo más lejano:
la compasión debe ser para ti pecado.
¡Que ser pura sea tu único mandato!

Friedrich Nietzsche

jueves, 23 de julio de 2015

Sé amable:

Siempre nos piden
que entendamos el punto de vista
de los otros
sin importar si es
anticuado
necio
asqueroso.
A uno le piden
que entienda
amablemente
todos los errores de los otros
sus vidas desperdiciadas
sobre todo si son
de edad avanzada.


Pero su edad es lo único
en lo que nos fijamos.

Han envejecido
mal
porque han
vivido
sin enfoque,
se han negado
a ver.

¿Que no es culpa suya?
¿culpa de quien?
¿mía?
se me pide que oculte
mi opinión
ante ellos
por miedo a su
miedo.

La edad no es un crimen
pero la vergüenza
de una vida
deliberadamente
desperdiciadas
si lo es.

Charles Bukowski

jueves, 9 de julio de 2015

Acuso amor:

Me dijo lo que quiso. Ya todo era posible.
Me tomé mi café despacio, muy despacio.
Cuando lo terminara, nada me quedaría.
Tendría que marcharme. Sacudir los zapatos.
Empezar otra vez a inventarme una vida.
Dejé la servilleta y la taza en su plato.
Encendí un cigarrillo. Miré la cucharilla.
El mundo, todo el mundo, se me venía abajo.
Y de pronto, ella dijo: ¿Quieres una copita?

¡Alegría! ¡Que canten
las totovías!
Que en mi vida amanece
un nuevo día.

¡Que se pare el reloj! ¡Que se calle el dolor!
Pasaba algo tremendo, como si Dios juzgara.
Nos pusimos muy serios como dos personajes
que no eran quienes eran, pero lo aparentaban.
En el cielo sonaban los truenos, por si acaso.
Era el Apocalipsis en su versión barata.
Y de pronto me dio -perdón-, me dio la risa,
me osnó una conciencia de que nada pasaba
porque ella estaba tiesa de mentira, y tan guapa
de verdad, que era absurdo: sólo representaba.

¡Alegría! ¡Que canten
las totovías!
Que en nuestro amor aún reina
el todavía.

Gabriel Celaya

Libertad de Expresión:

La primera noche,
ellos se acercan
y toman una flor de nuestro jardín.
No decimos nada.
La segunda noche
ya no se esconden,
pisan las flores,
matan a nuestro perro
y no decimos nada.
Hasta que un día,
el más frágil de ellos,
entra solo a nuestra casa,
nos roba la luna,
y conociendo nuestro miedo,
nos arranca la voz de la garganta.
Y porque no dijimos nada,
ya no podemos decir nada.


Vladimir Maiakovski

El Silencio Vasco:

Estilo vasco quiere decir privación de un sentimiento (el sentimiento trágico de la existencia) que ha sido curado en el proceso artístico prehistórico elaborado con esa finalidad y concluido victoriosamente en la nada-cromlech del Neolítico... Los cromlechs vascos son unas pequeñas piedras que dibujan un círculo muy íntimo, muy pequeño, de dos a cinco metros de diámetro, y que no tiene nada dentro.
Jorge Oteiza

Se paró todo. Se paró.
El hombre vasco
en lo real se hundió.
Y vio. Se halló.

Después vino la Historia
adormeciendo: ¡Loo...!
Él tenía su verdad.
No habló. Duró.

El hombre vasco llegó
a un absoluto que vio
en lo perfecto y redondo
del cromlech-sol.

Lo que pasa alrededor,
lo circular como unión,
y el hombre centrando todo
ese cósmico amor,

lo sintió, y en tal quedó.
Después hubo mil historias,
mil historias y un dolor.
Pero él se plató, y quedó,
con su estilo, con su forma
de decir y su expresión,
y sus poemas no escritos,
y su silencio mayor.

Ciertos espacios cuadrados,
huecos, quietos, aristados,
forman un mundo cerrado:
es el del cubo euclidiano.

Mas los espacios redondos
cuando están vacíos,
dan vueltas sobre sí mismos
sin término y sin fondo.

Es el sol o la espira
sumergiéndose en sí misma,
la quietud absoluta,
la rapidez infinita,

lo interior inviolable
del escondite interior,
el pasmo de lo sin fondo
y a vueltas, una absorción.

La geometría del cubo
es griega, y es exterior;
la del vasco, por secreta,
es el cromlech, sol sin Dios.

Hubo un tiempo en que luchamos
con más ímpetu radiante;
ahora, más fuertes, vivimos
la paz de no ser ya nadie.

Hablo de cosas que supe,
pero que ya no recuerdo:
la victoria de algo interno;
lo vasco como silencio.
Y tan seguro me siento,
que ya con nadie discuto
ni ya con nadie me explico.
Por eso, yo, primitivo,

regreso al cromlech sagrado
y a la central radiación
de aquella escultura hueca
en que el vasco se encontró.

Esa es la calma potente
y la paz como motor;
esa es la vida real
del trabajo y la invención.

El vasco se puso al margen
de la civilización.
No tuvo Historia; no tiene
más verdad que el cromlech-sol.

Pero a veces sale un loco,
y por eso escribo yo,
que al predicar el silencio,
doy el sí, diciendo no.

Es el círculo sagrado:
el de nuestro cromlech-sol;
es la magia del espacio
revivido en lo interior;

la escultura desde dentro
donde me siento el que soy,
la calma que todo mueve,
lo inmóvil de lo veloz.

Gabriel Celaya

Shirimiri:

Llueve y llueve.
¡Qué delicia sentirse en lo fluyente,
ser un hombre corriente!

Llueve: fiel definición
de lo que empieza y no acaba,
divinamente sin yo.

Llueve, y llueve, y llueve. Llueve,
llueve con constancia, ¡amor
de lo que siempre vuelve!

Llueve largo. Llueve lento.
Llueve muy, muy despacito.
¿Será Dios el que se anuncia?, ¡ay, tan lejos!

Llueve y llueve. Nada pasa.
Es decir, pasa la nada.
Llueve tan, tan de verdad, que se descansa.

Llueve sin más. Llueve tonto.
¡Mal tiempo!, dice la gente que vino a veranear.
¡Ay qué buen tiempo sin tiempo!, digo yo.

Con boina y con gabardina,
recorro el Paseo Nuevo,
vivo en lo gris y respiro. ¡Qué bien huele el mar abierto!

Mojado, llego hasta el Puerto
y me meto por Lo Viejo.
¡Cómo me sabe el buen vino de los cálidos pellejos!

Llueve y llueve. ¡Que se vayan
los hambrientos de una luz que al recortar fija y mata!
En mi país, todo es magia.

Gabriel Celaya

Bosques del Norte:

El temblor de los bosques
de pinos, transparente;
el mar, allá, muy lejos;
el viento como ausente.

Ese mundo remoto
que vivo, siempre intacto,
donde soy quien fui, niño,
aunque me siento raro.

Todo es distante, todo
real aunque lejano.
Todo es como ese amor
que cuando beso, apago.

¡Oh fábulas, distancias,
cuentos nunca acabados!
¡Oh bosques misteriosos!
¡Oh mundo aún no empezado!

En el Norte, yo vivo.
En el Sur, todo es claro.
Hacia el Norte, perdido,
yo me siento imantado.

Cuando nieva, y el mundo
es puro, frío y claro,
y chocan los diamantes,
luz con luz, en lo exacto,

y todo tintinea,
y todo está parado,
yo me voy con los Elfos,
o ellos vuelven jugando.

En el Norte, los bosques
y el silencio aumentado
o lo extraño del hecho
más vulgar, visto en claro:

la ausencia que golpean
los números exactos,
y el oír en la nieva
cómo suenan los pasos,

remotos, ¡ay, remotos!,
distantes, mas pautados,
sonando de uno en uno,
contando, no sumando.

¡El bosque! ¡Nuestros bosques!
¡El temblor más callado!
La presencia invisible.
Lo locamente hallado.

Y la infancia, el recuerdo,
y el penúltimo dato:
la leyenda perdida,
¡oh tú, belleza, espanto!

En el bosque entrañable
y remoto -¡tan blanco!-,
el mundo coincidía
en luz con lo más raro.

Gabriel Celaya

La lluvia es dulce:

A Pío Baroja

Los helechos, los robles, la llovizna,
la dulce tristeza
de no pensar.
Y luego, volver a andar,
en paz, sin más,
mojado lentamente, en la indistinta
continuidad.

¡Hay tanto que pensar!
¡Hay tanto que decir!
¡Hay tanto que llorar!
¡Y es tan larga mi historia!

Andar, andar
cerca del mar, borrado por la extraña inmensidad,
con la boina calada,
vacío el pensamiento,
envuelto en un cansancio sin memoria.
¡Oh neutro sentimiento
de la igualdad mortal!

Mi balada no se cuenta.
Mi balada es suceder.
No hay anécdota en mi vida.
Mi ser es querer no ser.

Entre olores a helecho mojado y perretxiko,
yo camino,
las solapas levantadas,
la cabeza hundida y quieta,
pensativo para nada.
Chillando -¿por qué?-, chillando, pasan raudas gabiotas.
Chillando allá.

Esta historia no se cuenta;
dura como la llovizna,
dura como la igualdad
contra el sol solo y puntual.

Me daba miedo el azul.
Me daba cielo
y me daba, en bruto, luz.
Era allí donde los hombres erigidos
se creían distintos uno de otro,
se endiosaban, estatuas, y cantaban solos, divos.
¡Que la lluvia me salve con su dulce oscuridad!

Apágate más y más,
apágate más, azul,
para que me nazca dentro
la paz del Norte sin luz.

Y andar entre la llovizna.
Y andar, andar, andar.
Porque el pájaro que hirieron en la niebla
no volverá.
No volveré. No volverá.
Pero el hombre colectivo, tú y yo juntos,
reinará.

En la paz, en la igualdad,
en la dulce oscuridad,
en la llovizna que sigue,
en lo triste que dura sin durar.

Gabriel Celaya

A Amparitxu:

Zure begiak ain dira eztiak,
zeren beit-dira eniak zuriak
zuriak eniak.
Popular.1

Ser poeta no es vivir
a toda sombra, intimista.
Ser poeta es encontrar 
en otros la propia vida.
No encerrarse; darse a todos;
ser sin ser melancolía,
y ser también mar y viento,
memoria de las desdichas
y eso que fui y he olvidado,
aunque sin duda sabía.
Cuanto menos pienso en mí,
más se me ensancha la vida.
Soy un pájaro en el bosque
y Amparitxu si me mira.
He asesinado mi yo,
¡porque tanto me dolía!,
y al hablar como si fuera
lo que escapa a la medida
mis ecos en el vacío
retumban sabidurías.
Con todo me identifico
y respiro por la herida,
y digo que mis poemas
son un vivir otras vidas,
y un recrecerme en lo vasco
de Amparitxu y su delicia.
Cuanto más me meto en mí,
más me duelen las esquinas.
Cuanto más abro las alas,
bien de dolor, bien de dicha,
más descubro unas distancias
que, voladas, pacifican.
Cuando lean estos versos
no piensen en quien los firma,
sino en mi Euzkadi y mi Amparo,
y en un pasado que aún vibra,
y en cómo tiemblan las ramas
cuando las mueve la brisa.

Gabriel Celaya

1: Tan dulce son tus ojos,/ que los míos son tuyos,/ y los tuyos, míos.

En la campa de Urbía:

Tan última, remota,
la extensión ondulada de la campa,
y tan alto el silencio,
que ya nada recuerdo aquí, tendido.

La hierbecilla crece.
Si cede a quien la huella, pronto vuelve.
Anónima y menuda
cubre con su temblor todo mi mundo.

Pisadas apagadas
que se quisieron firmes, positivas,
y hoy sólo son el eco
de algo que el caminante no sabía.

La Historia como en sueños
del hombre que yo mismo ensayé un día.
Todo lejos, muy lejos,
donde se piensa ya sin pensamiento.

Una extensión de hierba
creciendo poco a poco mansa y terca:
la vida de los muertos
 y este morir en que ahora estoy viviendo.

Dulzura de acabar
no sé bien si en la paz o en el cansancio.
Sentirse al fin cumplido.
No más luchar, querer, seguir creyendo.

Gastadas las aristas,
rodado por el tiempo y como envuelto,
pienso que con mi esfuerzo
me he ganado el derecho a quedar muerto.

La mañana inaugura
su túnica de luz, temblor y brisa,
y arriba el Padre Aitzgorri
pastorea unas nubes blancas de oro.

Otros pastores vascos
conducen en un sueño sus rebaños.
Milenarios y mansos
establecen también paz sin Historia.

Mas ¿no calzan abarcas?
¿No fabrican con técnica mamiya?
¿No construyen txabolas?
¿Y no tienen un kaiku y un malote?

Humanos, sólo humanos,
sujetos al dolor de la esperanza
y a lo que nunca acaba,
también son criaturas con historia.

Inventan, luchan, sueñan,
y añaden a la leche el sabor raro
de una piedra quemada.
Y aunque arcaicos, denuncian mi pereza.

También, también yo debo
arrancarme al encanto de la calma
de esta campa de Urbía
tan bella y femenina, tan sin alma.

Sálvame, Padre Aitzgorri.
Ármame varonil con tu alto ejemplo.
Devuélveme a la lid,
que aún no gané el derecho a quedar muerto.

Gabriel Celaya

Dos recuerdos de Jesús Olasagasti:

1

La Romería de Ibaeta:

«A visitar el Ángel de Ibaeta
van el Pintor, la Musa y el Poeta.»

El cielo se descara. Nos da un susto de luz.
Se quita la chaqueta. Lleva camisa azul.

¡Tiran, tiran al plato! ¡Disparos! ¡Alegría!
Si le hirieran a un ángel se caería hacia arriba.

Me desafía el tiempo. ¿No es todo hoy como ayer?
He recogido el guante, ¡ay, vuelto del revés!

La Musa era más joven; tú, pintor, hombre al día,
y yo flirteaba con la melancolía

cuando el Ángel, feliz, nos unió en un abrazo
y fue como un milagro aquel uno de marzo.

¿Quién le ha visto y quién nos ve?
Fuimos uno. Somos tres.

2

Digo Jesús Olasagasti:
En el aniversario de su muerte.

Digo Jesús. ¡Jesús! ¿Es verdad que estás muerto?
Por las noches yo sigo conversando contigo
y tú eres el de siempre, respondes como amigo.
Digo Jesús -¡Jesús!-, y no hay nada más cierto.

Llorar sería fácil, mas no te gustaría.
Tú siempre procuraste remover en bandada
las aves de colores, salvando de la nada
un poco de belleza, locura y alegría.

Los hombres respetables, los buenos ciudadanos,
¿qué cuentan? Hoy te elogian conforme al reglamento,
mas tú escapas volando, ¡oh ciento, ciento, ciento!
Quizá sea un milagro. Quizá juego de manos.

No sé si fueron buenas o malas nuestras artes.
Pintura. Poesía. Vida, vida, ¡más vida!
Isla de soledad en una mar perdida:
amigo rodeado de Dios por todas partes.

Jesús Olasagasti, con este canto llano
que tú dabas por bueno, sin adornos te digo
como hace cinco años, muriéndome de amigo:
¡que el Ángel de Ibaeta te lleve de la mano!

Gabriel Celaya

miércoles, 8 de julio de 2015

Glosas:

I

Hederá zira, maitia!,
erraiten dizut egia.
Nurk eraman ote dizu
zure lehen loria?1

Fue cuando iba al monte.
Yo no sé, no sé.
Iba de romería.
No sé cómo fue.
Si aún huelo a hierba fresca,
¿por qué me hablas de ayer?
Levanta esa cabeza
¡y anda, tonto, bésame!

II 

-Ama! indazu papa.
-Yaunak dizu giltza,
-Yauna! ekarzu giltza.
-Bai! emaiten ba-duzu luma.2

-Dame lo que tienes.
-Te doy lo que tengo.
-Uno por los otros.
-Todos en lo bueno.
-Aparta esas ramas.
-Gracias, soy el viento.
-Cámbiame los ojos.
-Si me fui, ya vuelvo.

Arranoak eni luma.
Nik yaunari luma.
Yaunak eni giltza.
Nik amari giltza.3

-Y tú, vaca, dame leche.
-Sí, pero tú dame hierba.
-Pradera, dale un buen pasto.
-Sí, mas no enciendas hogueras.
-Fuego, hermano, no te irrites.
-No, si me traes agua fresca.
-Nube, ¿por qué no nos besas?
-Sí, sí, sí, que llueva y llueva

Amak eni papaz et nanaz asia.4

III

Lehen hala.
Oraiñ onla
Gero ez daquit nola.5

Así, así,
En el hoy de siempre
ver venir.
Lehen hala! Oraiñ onla!
«¿Quién dice que sí?»
Don Pío Baroja
se ha echado a reír
bajito, tosiendo,
con su retintín.
Gero ez daquit nola.
Mas don Pío, Sí,
contra las sentencias
siempre es loco abril
y apunta, y se instala
un gozo sin fin.
Suelto, y solo, y libre,
el punto en la i,
sí, don Pío, pía
sin razón, feliz.

IV

Lelo-lirelo-zarai-leroba.
Yaz soegia nintzan
aurten erua.
Ai! yoat gabiraia
astor-usua.6

A las palomas sueltas
y al aire que las lleva,
a las palomas,
¡y allá las penas!

Lelo-lirelo-zarai-leroba.

Se me va el gavilán
Vuela que vuela.

V

Txoria! Zaude ixilik; ez egin nigarrik;
zer profeitu dukezu ola aflijiturik?
Nik eramanen zutut txedera laxaturik
ohiko bortutik
ororen gañatik.7

Pájaro, no llores.
Ponte alegre. Yo estoy loco,
¿y no lo estás tú también?
Canta y canta sin porqué.
Llorar no sirve de nada.
No, que yo no lloraré.
Con quien quiera cantaré
por los montes de siempre.
Volar, sí, sí volaré
por encima de todos.
Pensar, no, no pensaré.
Abriéndome, sí, me iré,
y al silbar me silbaré
para oírme desde lejos
y sentirme no sé quién.

Gabriel Celaya

1: Eres bonita, querida,/ pero tengo que decirte la verdad./ ¿Quién fue el que se llevó/ tu primera flor?.
2:  -¡Madre, dame sopas!/ El Señor tiene la llave./ ¡Señor!, trae la llave./ -¡Sí!, pero dame una pluma.
3: El águila me da la pluma./ Yo al Señor le doy la pluma./ El Señor me da la llave./ Yo se la doy a mi madre.
4: Entonces la madre me dio de comer y de beber hasta hartarme.
5: Ayer, así, así./ Hoy, como siempre./ Mañana ya veremos.
6: "Lelo-lirelo-zarai-leroba" (Estribillo sin traducción). Antes era prudente,/ ahora soy un fatuo./ ¡Ay!, se me va el gavilán/ al azor y a las palomas.
7: ¡Pájaro!, calla, no llores;/ ¿qué ganas con afligirte así?/ Yo te llevaré/ soltándote el lazo/ por los montes de siempre/ por encima de todos.

Andra-Mari

Yo soy el hombre malo.
Vi un día entre el cristal y el agua milenaria
de la gruta de Amboto cierta forma olvidada,
reflejada, con brazos de música y de sombra.
Y allí quedé parado. Y allí sigo durando.
Hechizado, me dicen, porque invoco llorando.

Yo soy el hombre malo.
¿Y quién, si le interrogan, no se siente en pecado?
Si en lugar de admirar y cantar como un loco,
yo hubiera trabajado, ¿no se hubieran salvado
etcéteras hermanos, muchos hombres?
Es fácil de decir, pero acertar, milagro.

Yo soy el hombre malo.
Me siento responsable del canto y del fracaso.
Me avergüenza pensar qué generosos,
desprendidos y heroicos son los desheredados
que luchan defendiendo lo que es suyo y de todos.
Mas dicen que es inútil mi aporte, de antemano.

Yo soy el hombre malo.
Los buenos son los otros, gente fabril y terca,
los hijos acogidos, los sabidos,
metidos en su tierra, durando contra todo.
Y es extraño, resulta que yo tengo la culpa
de que ellos sigan siendo quienes son con desgracia.

Yo soy el hombre malo.
Vi algo bello allá lejos y olvidé lo obligado.
Andra-Mari sabrá por qué cambió mi sino.
Trabajador, si hay uno, no dirá que no he sido.
Mas me puse a peinar su cabello pensando.
Y aquí sigo en lo mismo, sin salir de su hechizo.

Yo soy el hombre malo.
Soy un cantor errante. Vengo de lo lejano.
Las muchachas se escapan cuando llego a la aldea;
los niños me escarnecen cuando no tiran piedras;
y los viejos me miran sin juzgar, con paciencia.
Y así paso de prisa. Andra-Mari me lleva.

Yo soy el hombre malo.
SOy el extraviado dado a un amor estéril.
No sirvo para nada. Nunca encuentro un trabajo
honrado y suficiente. Soy simplemente el viento
que agita el Murumendi y, ¡ay!, llora en el Aizgorri,
y quiere decir algo que de hecho nunca logra.

Yo soy el hombre malo.
Como quien no hace nada, peino el cabello largo
de Andra-Mari, y me miro sin verme en sus espejos,
y ando escribiendo versos, buscando mi pasado.
Pero de nada sirve. Mis hermanos trabajan
y yo soy como un viento de amor siempre lejano.

Gabriel Celaya

Saltando a la comba:

En la Plaza severa, noble y sentimental,
Niñas, nuestras abuelas parece que aún están
y saltan a la comba, cantan por no llorar.

Allá en Guetaria
cayó, cayó
un abanico.
¿Quién lo trajo?
Un marinero
de la Con-con,
Compañía de Caracas
para su amor.

En la Plaza severa, noble y sentimental.

Saca el pañuelo.
Se va. Se va.
Adiós. Adiós.
Todo es llorar
y en el balcón
mirar, mirar,
abanicando
aves del mar.

Niñas, nuestras abuelas parece que aún están.

Desde Guetaria
se fue, y volvió
un marinero
de la Con-con.
Limpio de mancha
trajo, trajo
para su amada
su corazón.

Y saltan a la comba, cantan por no llorar.

Con tantos viajes
no sé, no sé,
yo no sabía,
nunca sabré.
Con Don Perico
yo me casé.
Pero esta noche
tú buscame.

Gabriel Celaya

A Ignacio de Loyola:

Hermano vasco, ya sé,
de hacer algo, hacerlo bien.
Yo lo intento, mas ya ves,
siempre me enredo en mis pies,
y aunque digo: «ya lo haré».
no paso del «debe ser».
Todo vacila en el fiel;
y en la balanza, no sé
si es que he sido o que seré.
Me hace dudar el saber.
Nadie va recto hacia el bien.
Sólo tú golpeando el qué
y sin pensar quién es quién,
nos propusiste una fe
que era un rabioso querer.
Querer siendo sin ser quién:
voluntad de sin saber,
ejercicio hasta obtener
da que duele nuestro bien.
Cosas de vasco, ya sé.
Cosas del hombre que ve
el mundo vuelto al revés,
mas no sueña, lo hace ser
como debe, puesto en pie.
Terco, técnico, ¿por qué
existen los de después,
tan poco vascos que en miel
dan tu ardiente furia y fe?
¿Quién confunde tu querer
feroz como un blando amén?
Somos distintos, lo sé.
Pero tu sed es mi sed
y me ejercito en romper
como tú, mi yo de ayer.

Gabriel Celaya

Baso-Jaun, Ferrón:

No sabía su nombre. No sabía sus años.
Sabía tantas cosas que no decía nada
o sabía tan poco que, dale que te pego,
seguía en su trabajo como quien se emborracha.
Baso-Jaun le llamamos, porque de allí venía,
de la selva en que es joven la vida milenaria
y ha olvidado qué es tiempo. No era un dios ni una bestia,
pero tampoco puedo decir que fuera humana
su barba seca y roja. ¡Y aquellos crudos dedos
que hubieran destruido cualquier flor con tocarla!
Era el mejor ferrón de toda nuestra cuenca.
Sabía de su oficio lo que aún nadie enseñaba
y él aprendió ¿quién sabe cuándo o de quién, soñando?
Era un hombre alocado, violento, sin alma,
como un dios del origen y un momento en su grito.
Era el que todos somos bailando con la llama.

Oscuro, terco, obtuso, no sabía explicarse.
Mataba a martillazos los gritos que apuntaban,
trabajaba sin precio, y un día, de repente,
se limpiaba un sudor de siglos en la cara,
y se echaba a reír, y era como una fiera
que retornaba a los bosques y al origen sin alma.

¡Cuántos ferrones, cuántos ola-gizonak bravos
vinieron y se fueron pese a las ordenanzas
con que los empresarios pretendían domarles!
Se iban, y en el origen reaprendían su raza.
Volvían prometeicos para enseñar al hombre.
Y era como un milagro que en nuestra tierra vasca
se dominara el hierro, y un día Zumalabe
trajera el martinete, y otro, consideraran
nuestros Caballeritos de Azcoitia la reforma
de nuestra metalurgia con su raíz del alma.

Creo que Baso-Jaun, aquel Señor del Bosque,
del fuego y los metales, rojo de rabia y barba,
nos enseñó el principio y está tras las razones
que se visten de plumas o se figuran alas.
Creo que Baso-Jaun, metalúrgico humilde,
es obrero de Eibar, Elgoibar o Vergara
que sabe de su oficio porque ha nacido vasco,
vive como un instinto cierta técnica arcaica.
Creo en los urzallak y en los ijelia.
No sería posible la industria que ahora me arma
de orgullo y de coraje, de invención, de sistema,
si un día Baso-Jaun, iracundo en la nada,
no hubiera decidido ser ferrón, ser obrero,
ser hombre que golpea lo más duro con alma,
ser como siempre fuimos nosotros, los nacidos
con la cabeza erguida y una mirada clara.

Gabriel Celaya

Presagios:

1

Anochecer:

Primavera con lluvia:
nuestros bosques...
(Y el corazón bajo tierra,
y mis pasos en la hierba.)

La verdad de esos robles,
de esas montañas puras.
(Parecen increíbles
de tan desnudas.)

Un poniente que exalta
todas sus vagas mentiras.
Dichas a la deriva...
(Y el corazón se aísla.)

Y de pronto, las frías
estrellas (no son nuestras),
el silencio no nuestro,
la noche en que se escucha con sigilo
el paso de los dioses más antiguos.

2

Sagar-Dantza:

Esta tarde, en el prado
verde y rosa de oro,
bailan las muchachas
con sus sombras moradas.

Las leves nubecillas
se enredan en las ramas
y la brisa nos cuenta
secretos en voz baja.

Las muchachas ofrecen
-en un arco de sus brazos-
dos manzanas, y bailan
en círculo los astros.

Todo es sencillo, y noble,
y antiguo, y consabido.
Mas ¿quién es ese joven
que se mezcla a la danza?

Nadie sabe su nombre.
Las muchachas se espantan.
Tan sólo los ancianos
sonríen lo que callan.

¿Quién es? ¿Quién es? ¿Quién viene?
¿Quién surge siempre indemne?
Las muchachas no saben
que en su danza un dios vuelve.
Y entonces suena y salta,
diez por cien, cien por mil,
el dios pagano y vasco
del txistu y tamboril.

3

Shirimiri:

La lluvia llueve.
La lluvia canta.
La lluvia suma
sin fin nostalgias.
¡Melancolía!
Vida apagada.
Luz submarina,
plata oxidada
de los espejos
y las arañas.
Grutas secretas.
Calles sin alma.
Pienso en mí mismo.
No pienso nada.
Llueve igualando.
Llueve constancia.
Tras los visillos
una muchacha
está mirando
algo que calla.
La lluvia sigue.
La lluvia mansa.
Detrás presiento
mi fuerza vasca,
la luz de origen
contra la nada.
Trueno que truena,
vida que arranca,
caballo negro,
sudando plata,
visto y no visto
por mi nostalgia,
Urtzi galopa
por la montaña
Rayo en la niebla,
ronca llamada
del olvidado
dios que hoy me arrastra
mientras la lluvia
llueve sin alma.

Gabriel Celaya

Canto a los míos:

Antes de España, ya estábamos los vascos
trabajando entre piedras, trabajados
-aizkora, aitzur, askon, aizto-
sufriendo y golpeando
para salvar las formas posibles de la nada,
para ser simplemente frente al inmenso caos,
para llorar espeso como suda la carne,
y alzarnos aún cuadrados,
no por naturaleza, sino porque luchando
nos hicimos quien somos tan santamente sanos.

Antes de España, ya estábamos los vascos
alzados, siempre alzados.

Dentro de España seguimos trabajando,
metiendo el hombro, callados.
No invoco aquellos nombres que ya están en la Historia,
ni a Elcano el de Guetaria, ni a Ignacio el de Loyola,
y olvido a secretarios
que un día fueron hombres de eficacia y de rango.
Yo nombro a los sin nombre,
nombro a los arrantzales y nombre a los ferrones,
nombro al oscuro vasco
que fue y volvió, callando; que insistió dando y dando.

Dentro de España seguimos trabajando
a pesar de los fracasos, por si acaso.

Ahora, patria, te llevamos.
Ya no somos castellanos. Somos más por españoles.
¡Castilla para turistas! ¡Castilla para extranjeros!
¡Planeta deshabitado! ¡Paraíso de los muertos
por donde se pasean los que buscan Museos!
Nosotros, vascos, queremos
y podemos dominar los inhóspitos silencios.
Nosotros, vascos, venimos con nuestro mar a lo muerto,
con nuestra risa jocunda y el esfuerzo cotidiano
a lo que en ti es sólo incercia.

Ahora, España, te llevamos.
Tú eres nuestra y por las buenas o las malas te violamos.

Gabriel Celaya

martes, 7 de julio de 2015

Sin lengua:

Mar de Euskaria, patria abierta,
tú que no tienes fronteras
di en las playas extranjeras,
ola más ola, mi pena.

¡Que nos arrancan la lengua!
¡Que nos roban nuestro canto!
Y hasta mis versos son versos
que traduzco al castellano

Yo que aprendí a decir «padre»,
mas nací diciendo «aitá»,
no acierto con el idioma
justo para mi cantar.

He leído a los que me mandan.
Me he aprendido mi Cervantes.
Y ahora trato de explotarlos
para salir adelante.

Con mis faltas de sintaxis,
yo, por vasco sin remedio,
pecaré, como Baroja
y Unamuno, de imperfecto.

Porque ellos, aunque me choque,
no supieron escribir.
Doctores tiene mi España
que se lo sabrán decir.

Y si ellos no pudieron,
pese a toda su pasión,
hacer suyo un nuevo idioma,
amigos, ¿qué podré yo?

Abro el alma a cuanto viene.
Busco un mundo sin historia
y un sentimiento de origen
y de dulce desmemoria.

Pero hay que hablar, hay que ser,
hay que decirse en la lucha,
y hay que extraer un lenguaje
de lo que sólo murmura.

Yo lo busco. Aquí me expongo
con un dolor que me callo,
furioso como una estrella
y consciente por amargo.

¿Adónde van mis palabras?
¿Adónde mis sentimientos?
¿Para quién hablo, perdido
perseguido por mis muertos?

¡Mar de Euskaria, rompe en llanto,
y en tu idioma en desbarato,
di, ensanchándote, qué raros
nos sentimos hoy los vascos!

Gabriel Celaya

De norte a sur:

He abierto la ventana. Los pájaros traían
y llevaban noticias.
Unas eran secretas; las otras, propaganda
de una falsa alegría.
No quise entender nada, feliz en mi indolencia,
entregado a la brisa.
Todo me acariciaba y un temblorcillo leve
movía mis cuartillas.
Daba miedo escribir, romper esta aparente
calma definitiva,
o irrumpir como irrumpen, hablando algarabía,
las locas golondrinas;
o hablar de mis secretos o los suyos, en hombre;
o interpretar la vida.
Quisiera seguir siempre sin concretar palabras,
flotando en la delicia.
No luchar, no decir, no aristar pensamientos.
no sangrar por la herida.
Ser sólo propaganda fácil de la belleza,
no secreto que abisma.
Y así me he despensado. Y así otra vez me he vuelto
contra mis furias frías.
 
Tengo sobre mi mesa la carta de un poeta
del Sur que me admoniza.
Me dice textualmente: «Gabriel, la rosa es bella.
¿Qué importa su mentira?
No conviertas tus versos en un arma de lucha
y el canto en rebeldía.
Nosotros, andaluces milenarios, sabemos
de muchas injusticias.
A veces nos conmueven unos roncos azufres
y la pena se triza.
Mas ¿qué? Lo nuestro es sólo mirar que todo pasa,
y es inútil la prisa.
Por eso combinamos felizmente palabras.
¿Es más la poesía?
Poesía es el vuelo cogido por sorpresa
rozando la ironía.
Poesía es aquello que no cambia aunque cambie
como la luz se irisa.
No es luchar como luchas tú contra lo imposible
remordiendo la vida.
No es gritar las verdades, ni es atacar al mundo
en que el hombre agoniza.»
 
Esta carta del Sur, trinando, la firmaban
todas las golondrinas,
y entonces he entendido lo que me diferencia
de los que, píos, pían.
Los vascos cuando hablamos es para decir algo
que si no canta, grita.
Los vascos sólo hablamos cuando algo desde dentro
exige valentía.
Los vascos no gustamos de combinar palabras
más o menos bonitas.
Los vascos despreciamos a cuantos, charlatanes,
adornan la mentira.
Los vascos escuchamos al hombre que, enterrado
bajo siglos, se eriza.
Los vascos esforzados, arrastramos el carro
del verso que chirría.
Los vascos combatimos. Los vascos golpeamos
levantando la vida.
Los vascos somos serios. Serio es nuestro trabajo.
Seria es nuestra alegría.
Los vascos somos hombres de verdad, no chorlitos
que hacen sus monerías.
¡Que los pájaros canten! ¡Que en el Sur, los tartesos
se tumben panza arriba
creyéndose de vuelta todo, acariciando
una melancolía!
Nosotros somos otros, nosotros poseemos
ferozmente la vida.
Nuestros cantos terrenos son cantos de trabajo,
victoria y alegría.
Lloramos los sudores, mas después, en la pausa,
¡que sana es nuestra risa!
Protestamos si tratan de explotarnos, y entonces
noble es la rebeldía.
Y así cuando me digo como siempre me he dicho,
declaro altanería.
Soy vasco en mi trabajo. Soy vasco en mis razones.
Y en la paz. Y en la ira.
Soy vasco desde dentro. Y en la noche sagrada,
y en el temblor del día,
y en todo lo que digo y en todo lo que callo,
más vasco que sabía.
Cantándome a mi mismo, canto a mi viejo pueblo
y el rayo me rubrica.
 
Gabriel Celaya

Solo:

Ya desde mi niñez, yo nunca he sido
como eran otros; yo nunca he mirado
como los otros; nunca mis pasiones
brotaron del venero comunal.
Yo no sabaca de la misma fuente
mis penas; no podía despertar
mi corazón al gozo en igual tono,
y todo lo que amé, lo amé yo solo.
Entonces, en mi infancia, en la alborada
de una más tormentosa vida, extraje
de cada abismo del bien y del mal
el misterio que aún me tiene sujeto:
del torrente, o de la fuente,
del rojo risco en el monte,
del sol que giraba entorno
con su otoñal tinte de oro;
del relámpago en el cielo
cuando me rozó volando,
del trueno y de la tormenta
y de la nuve que tomaba forma
(cuando el resto del cielo estaba azul)
de un demonio a mis ojos.

Edgar Allan Poe

El Dorado:

Vistosamente ataviado,
un galante caballero,
por umbrías y solanas,
había viajado mucho,
entonando una canción,
a la busca de El Dorado.

Pero se fue haciendo viejo,
aquel audaz caballero,
y en su corazón cayó
una sombra al no encontrar
ni un solo trozo de tierra
que pareciese El Dorado.

Y cuando al final las fuerzas
le fallaron, encontró
la sombra de un peregrino;
"Sombra -le dijo-, responde:
¿sabes dónde puede estar
esa tierra de El Dorado?

"¡Toenes que cruzar los montes
de la Luna, y bajar luego
hasta el valle de la Sombra;
cabalga, cabalga audaz
-la sombra le replicó-
si estás buscando El Dorado!"

Edgar Allan Poe

lunes, 6 de julio de 2015

Un enigma:

"Raras veces encontramos -dice Solomon Don Dunce-,
ni la mitad de una idea en el soneto más profundo.
A través de las cosas endebles vemos de inmediato
tan fácil como a través de un sombrero de Nápoles,
-¡basura de baruas! ¿cómo puede ponérselo una dama?-,
aunque mucho más pesadas que tus cosas petrarquianas,
necedades de pedantería lechucesca que el más ligero soplo
convierte en confetti mientras las lees."
Y, verdaderamente, Solomon tiene bastante razón.
Las fatigosidades generales son puras burbujas,
efímeras y por tanto transparentes,
pero esto es, ahora, -podéis contar con ello-
estable, opaco, inmortal, todo por fuerza
de los queridos nombres ocultos en su interior.

Edgar Allan Poe

A M. L. S...

De cuantos saludan tu presencia como la mañana;
de aquellos para quienes tu ausencia es la noche,
el borrar totalmente del alto cielo
el sagrado sol; de cuantos, llorando, te bendicen
cada hora por la esperanza, por la vida, ¡ah!, sobre todo
por la resurrección de la fe, profundamente enterrada,
en la verdad, en la virtud, en la humanidad;
de cuantos, yaciendo para morir en el profano lecho
de la desesperación, se han levantado de pronto
al suave murmullo de tus palabras, "¡Hágase la luz!",
al sauve murmullo de las palabras que se cumplieron
en la mirada seráfica de tus ojos;
de aquellos que más te deben, cuya gratitud
tanto se asemeja a la adoración, oh, recuerda
al más fiel, al más ferviente devoto,
y piensa que estas débiles líneas están escritas por él,
por él, que, según las escribe, se estremece al pensar
que su espíritu se comunica con el de un ángel.

Edgar Allan Poe

Una postal en San Valentín:

Estas líneas se escriben para aquella cuyos luminosos ojos,
tan vivamente expresivos cual los gemelos de Leda,
encontrarán su propio dulce nombre, que agazapado está
en esta página, escondido de todo lector.
Examina atentamente estos versos, contienen un tesoro
divino, un talismán, un amuleto
que hay que llevar en el corazón. Examina atentamente su medida;
las palabras, las mismas sílabas. No olvides
el punto más trivial, o perderás el trabajo.
Sin embargo no hay en esto ningún nudo gordiano
que uno no pudiera deshacer sin un sable
si puede simplemente comprender el argumento.
Escrito en esta página que están contemplando
ojos tan ansiosos, está, digo, perdu,
un nombre bien conocido, muchas veces pronunciado al oído
de poetas por poetas, ya que el nombre es también de poeta.
Sus letras, aunque naturalmente mintiendo
como el caballero Pinto (Fernando Mendes),
siguen formando un sinónimo de verdad. ¡Deja de intentarlo!
No leerás el acertijo aunque hagas todo cuando puedas.

Edgar Allan Poe

(En la versión en inglés se puede leer el nombre de Frances Sargent Osgood)