Si dejamos de ser al morir: si lo oscuro
total devora el breve destello de la vida
para siempre, el destino nuestro es el de las ráfagas
del verano, con súbito nacimiento y final,
cuyo sonido y cuyo movimiento no sólo
expresan, sino son su ser, sin nada más.
Si el aliento es la Vida misma, y no su tarea
y su tienda; si un alma cual la de Milton puede
conocer qué es morir: ¡oh tú el hombre!, bajel
sin destino, que nadie mueve con su intención,
aunque colmena extraña de zánganos, zumbante
de espectrales propósitos; tú, excedente y rebose
de la temible acción de la Naturaleza,
que, mientras observaba, un recipiente casi
concluido, despacio, retirándose, en pausa
pensativa, formó con sus manos inquietas
sin darse cuenta; ¡tú, accidente vacío,
anomalía de la nada! Si tu estado
es así, sin raíces, sin sustencia, ve, y pesa
tus sueños, y que estén tus miedos y esperanzas
en el otro platillo. Tus lágrimas y risas
no significan nada en ellas mismas sólo,
más apta cada cual para crear y para
ser pago de la otra. ¿Por qué se regocija
tu corazón con gozo hueco por un bien hueco?
¿Por qué esconder tu rostro en capucha de luto?
¿Por qué desperdiciar tus suspiros, tus quejas,
Imagen de una Imagen, Espectro de un Fantasma
espectral; que una cosa como tú sienta frío
o calor? Porque ¿cuál, de dónde es tu ganancia,
si sólo ahorras esas sombras, que nada cuestan,
de tu yo todo sombra? ¡Puedes estar alegre,
o triste, o nada de eso; pretender o evitar!
¡Tú no tienes motivo! No lo puedes tener:
la esencia de tu ser es la contradicción.
Samuel Taylor Coleridge
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