Caían, más oscuras, las sombras del ocaso;
se alcanzó el deseado punto: mas a una hora
en que poco podía ganarse en la riqueza
de perspectiva, tan celebrada por muchos.
Pero el oeste ardiente, con poder asombroso
nos saludaba: había allí una ciudadela
india, un templo de Grecia, un monasterio irguiendo
su torre, ¡un sitio como para que una campana
sonase, o un reloj! Y había muchas islas
tentadoras, con cuevas no imaginadas, firmes
en alta mar, objetos de éxtasis silencioso
para los ojos: pero sentíamos, a un tiempo,
que olvidarlos debíamos: son tan sólo del cielo
y de nuestra memoria terrenal se disipan.
William Wordsworth
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