No perturba a las monjas la estrechez del convento;
contentos con sus celdas están los ermitaños,
y con su pensativo castillo el estudiante;
la muchacha en su rueca, en su telar quien teje,
están en paz sentados; las abejas que suben
buscando el polen hasta la cumbre en Furnes-fells,
murmuran horas y horas dentro de las campánulas;
la cárcel que nosotros mismos nos imponemos
no es cárcel: así, en muchos humores diferentes,
me ha sido un pasatiempo quedar encadenado
en la escasa parcela de tierra del soneto;
satisfecho si algunos (pues los tiene que haber),
para quienes la mucha libertad fue una carga,
encuentran aquí breve solaz, tal como yo.
William Wordsworth
Un bello soneto de consolación en donde nos conduce por los laberintos de las cárceles creadas por nosotros mismos
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