¡Oh cuántos bardos doran los transcursos del tiempo!
Algunos de ellos siempre nutrieron mi encantada
fantasía: solía meditar sus bellezas,
a veces terrenales, y sublimes a veces;
ahora con frecuencia, al sentarme a rimar,
irrumpen en tropel delante de mi mente,
pero sin producir confusión ni agitado
estrépido: es un grato resonar en repique,
tal los muchos sonidos que almacena el ocaso:
el canto de los pájaros; las hojas en sus roces;
las voces de las aguas; la campana volcándose
con resonar solemne, y otros, innumerables,
que la distancia priva de reconocimiento,
dan una grata música, no un estrépito loco.
John Keats
No hay comentarios:
Publicar un comentario