¡Oh soledad! si tengo que residir contigo,
no sea entre el montón confuso de edificios
destartalados: trepa conmigo por lo abrupto,
hacia el observatorio de la Naturaleza,
donde el arroyo en flores, con su cristal crecido,
es sólo un trecho: déjame observar tus vigilias
bajo un dosel de ramas, donde el ciervo, brincando,
espanta a la silvestre abeja en su campánula.
Pero aunque en paz contigo seguiré estas escenas,
la conversación dulce de una mente inocente
cuyas palabras sean imágenes de ideas
refinadas, complace a mi alma: y debe ser
la más alta ventura de la humanidad cuando
huyen a tu refugio dos ánimos gemelos.
John Keats
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