jueves, 12 de noviembre de 2015

Himno a la belleza intelectual:

I

La abrumadora sombra de algún Poder no visto
entre nosotros flota, aun sin verse: visita
este variado mundo con alas tan cambiantes
como vientos de estío que van de flor en flor;
como rayo de luna tras la lluvia entre pinos,
visita con mirada inconstante, asomando
a cada corazón humano, a cada rostro;
como las armonías y matices de ocaso,
como nubes dispersas en la luz estelar,
como recuerdo de una música que escapó,
como cuanto podría amarse por su gracia
y aún más por su misterio.

II

Alma de la Belleza, que consagras así
con tus olores todo aquello en que refulges
de forma o pensamiento humano, ¿a dónde has ido?
¿Por qué desapareces y dejas nuestro ser,
este valle de lágrimas, borroso y desolado?
Pregunta por qué el sol no teje para siempre
un arco iris encima de ese río de monte,
por qué sueños y miedo, y muerte y nacimiento
lanzan sobre la luz del día de esta tierra
tal tiniebla; ¿por qué es tan capaz el hombre
para el amor y el odio, esperanza y hastío?

III

Ninguna voz de un mundo más sublime jamás
ha dado esas respuestas al sabio o al poeta,
y, por tanto, los nombres de Espíritu, Demonio
y Cielo son recuerdos sólo de un vano empeño,
frágiles dichos cuyo encanto pronunciado
no cabe separar de cuanto se oye y ve,
la duda y el azar, la mutabilidad.
Sola tu luz: neblina por montes empujada,
o música que envía el viento de la noche
a través de las cuerdas de un callado instrumento,
o la luz de la luna en un río nocturno,
al sueño inquieto de esta vida, es verdad y gracia.

IV

Amor, estima propia, esperanza: se van
y vienen como nubes, y en préstamo fugaz
como si el hombre fuera inmortal, poderoso,
tú, la desconocida y temible, en su espíritu
te estableces en firme con tu gloriosa escolta.
¡Oh tú, la mensajera de esos entendimientos
que crecen y descienden en los ojos que se aman,
tú que das alimento al pensamiento humano,
como la oscuridad a una llama que muere!
No te marches de aquí como llegó tu sombra,
no te marches, no sea que vaya a ser la tumba,
como el miedo y la vida, una realidad negra.

V

Muchacho aún, buscaba espíritus, corriendo
por ámbitos que oían, por cavernas y ruinas,
y bosques estrellados, persiguiendo con miedo
esperanzas de un alto conversar con los muertos.
Palabras venenosas grité, con que se nutre
nuestra juventud: no me oyeron, no les vi,
mientras que meditaba la suerte de esta vida
en ese dulce tiempo en que el viento corteja
todas las cosas vivas que despiertan trayendo
noticias sobre pájaros y sobre floraciones:
de repente, tu sombra cayó sobre mí: ¡di
un grito y apreté en éxtasis mis manos!

VI

Entonces hice voto de consagrar mis fuerzas
a ti y lo tuyo: ¿acaso no lo cumplí? Con ojos
llenos y corazón apresurado, ahora
a los fantasmas llamo de mil horas, cada uno
de su tumba sin voz: en visionarias frondas
de celo cuidadoso o de placer de amor
tras la envidiosa noche, han velado conmigo:
saben que nunca el gozo iluminó mi frente
sin tener la esperanza de que liberarías
al mundo de su oscura esclavitud; que tú,
oh abrumadora gracia amable, donarías
todo lo que no pueden expresar las palabras.

VII

El día se va haciendo más solemne y sereno
después del mediodía; una armonía crece
en otoño, y un brillo en el cielo, que nunca
se escuchó ni se vio a través del verano,
¡como si no pudiera ser, y no hubiera sido!
Así haz que tu poder, que, como la verdad
de la naturaleza en mi niñez pasiva,
descendió, proporcione a mi vida interior
su calma -para mí, para éste que te adora
y adora toda forma que te contiene a ti,
a quien, hermoso Espíritu, ligaron tus conjuros
a temerse y a amar a la humanidad toda.

Percy Bysshe Shelley

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