Después que oscuros hálitos gravaron nuestros llanos
una larga y temible temporada, hay un día,
hijo del dulce Sur, que limpia y que se lleva
todas las feas manchas de los cielos enfermos.
El angustiado mes, libre de sus dolores,
se hace mayo, y recobra sus derechos perdidos:
los párpados se alegran con el frescor que pasa,
tal pétalos de rosa con lluvias de verano.
Tranquilos pensamientos nos ciñen: como de hojas
con yemas; o de frutas madurando; otoñales
soles sonriendo sobre gavillas vespertinas;
dulce rostro de Safo; sonriente niño en sueños;
la arena, paulatina, por un reloj fluyendo;
un arroyo de bosque; la muerte de un poeta.
John Keats
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