Así santificaba para mí una Visión
el poder de la Muerte, antes de que mis ojos
vieran tu rostro —el trance en calma de tu rostro—
cuando tú, hermana amada, desposaste a la Muerte:
ni un resto de dolor ni enfermedad dejaba
ese cambio —la edad se borraba en tu rostro—:
tu frío rostro ahora podía desplegar
un esplendor negado a la juventud viva.
Ah, si en mí la esperanza algún día declina,
y la luz de la fe ¡oh Amiga! en mí se apaga,
que esa sonrisa entonces, revelación del cielo,
como clara promesa, vuelva visiblemente:
y se alegre mi espíritu en tal poder divino,
lo mismo que por él dejó de tener luto.
William Wordsworth
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