Es un hermoso ocaso, tranquilo y libre; el tiempo,
sagrado, está callado lo mismo que una monja
que adora sin aliento: el ancho sol desciende
en su tranquilidad: la suavidad del cielo
se cierne sobre el mar como en meditación.
¡Escucha! el poderoso Ser está en vela y hace
con su gran movimiento eterno a modo de un sonido
de trueno, para siempre. ¡Querida Niña mía,
que andas aquí conmigo!, aunque no te parezca
tocar ni un pensamiento solemne, no por eso
es tu naturaleza menos divina: estás
todo el año en el seno de Abraham, y das culto,
metida en el sagrario más íntimo del Templo,
estando Dios contigo aunque no lo sepamos.
William Wordsworth
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