Suave embalsamador en calma medianoche,
que cierras, con benignos y cuidadosos dedos
nuestros ojos, contentos de lo oscuro, entre frondas
contra la luz, en sombra, con olvido divino:
oh suave Sueño, cierra, si te parece, en medio
de este tu himno, mis dóciles ojos, si no es que aguardas
al «amén», a que te traiga tu adormidera en torno
de mi cama su arrullo caritativo: entonces,
sálvame, o si no, el día pasado brillará
en mi almohada, engendrando muchos dolores; sálvame
de la conciencia, siempre curiosa, que dirige
su fuerza a la tiniebla, como un topo horadando;
gira, diestro, la llave en su engrasado cierre
y sella el acallado ataúd de mi Alma.
John Keats
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