Creí ver los peldaños de un trono, que a mis ojos
ocultaba un sudario de nieblas y vapores,
sin dejarme ver quién estaba en él sentado,
pero en suelo y peldaños en torno se veían
las formas más penosas que la carne y los huesos
asumieron jamás: una multitud mísera,
enferma, sana, vieja, joven, gritando al trono:
«¡Muerte, en nosotros reinas; a ti van nuestras quejas!»
Subí esos escalones: las nieblas se me abrieron
suaves y pude ver un rostro femenino
durmiendo a solas dentro de una cueva musgosa,
vuelto de cara al cielo, pareciendo guardar
placentero recuerdo de una idea pretérita:
¡una Belleza a solas en una tumba estiva!
William Wordsworth
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