lunes, 15 de junio de 2015

A un minero asesinado:

¡Mina roja de mi Vizcaya
verde montaña herida!
Pico al hombre, acércate
minero de faz ennegrecida.

Ya te acercas por senderos monte abajo.
A la espalda el alba. Destella de luz,
hacia el tajo de techo hollinado,
el pico afilado que llevas al hombro.

Rumor de paro se oye en el ancho pabellón
-manos azules, puños levantados-
Escucha el patrón, tranquilo y sosegado.
¡Teléfono alado! te tiene a tí por amigo.
Ya se acercan por el negro atajo
los tricornios negros de los tricornudos.
Mientras tú reclamas de él la atención,
él tu muerte ata con helados nudos.

¡Qué rostro de malhechores!
Al hombro largos fusiles.
¡Vizcaya mía! Mina de rojos colores
¡Mi verde montaña herida por viles!

Ya lo llevan los cuatro tricornudos
al minero de cara renegrida.
Sus negros ojos son como puñales
que rasgaran la cerca "incivilada".

¿A dónde te llevan atado de manos,
cuarpo duro de hierro colorado?
Con sangre bañarías, si pudieras,
con sangre enemiga, tu pico afilado.

Están rojos los largos fusiles
-rumor de huelga en ancho pabellón-
Minero de rostro ennegrecido,
nada en la sangre de tu propio corazón.

Beberán, sí, los tricornudos
en casa de Gómez, su vino preferido.
Rojo filón de mi Vizcaya
en verde monte estás herido.

Esteban Urkiaga

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