sábado, 20 de junio de 2015

A Víctor Hugo:



Deja que admire, ¡oh genio sin segundo
un triste trovador del nuevo mundo
tu gloria sin igual! Deja te envíe
las humildes canciones
que te brindo yo acá, en estas regiones.

Yo siento ahora que en mi ser se agita
grandiosa inspiración, cual fuego hirviente
que se resuelve en el profundo seno
de combusto volcán, y rudamente
a las rocas conmueve. Se levanta
y se eleva mi ardiente fantasía
en alas de lo ideal, y mi voz canta.

Salud, genio inmortal; salud, profeta,
a cuya voz sonora y prepotente
tiemblan los opresores en sus tronos.

Rubén Darío

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