El sol como un gran animal demasiado amarillo. Es una suerte que nadie me ayude. Nada más peligroso, cuando se necesita ayuda, que recibir ayuda.
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Me rememoro al sol de la infancia, infusa de muerte, de vida hermosa.
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Pero a mi noche no la mata ningún sol.
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La errancia, la canción de nosotros dos, tiemblo como en una metáfora el alma comparada con una candela.
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Y nada será tuyo salvo un ir hacia donde no hay dónde.
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He aquí que se estremece el espacio como un gran loco.
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Alguien demora en el jardín el paso del tiempo.
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Me alimento de música y de agua negra. Soy tu niña calcinada por un sueño implacable.
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Máscaras de la noche en qué lugar perdido que nadie más que yo conoce.
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¿Tendré tiempo para hacerme una máscara cuando emerja de la sombra?
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Invitada a ir nada más que hasta el fondo.
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Me pruebo en el lenguaje que compruebo el peso de mis muertos.
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El mar esconde sus muertos. Porque lo de abajo tiene que quedar abajo.
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Para mejor ser el que fue, ha querellado con su nueva sombra, ha luchado contra lo opaco.
Alejandra Pizarnik
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