Ayer por la noche, dormido todo, apenas
unos leves suspiros del viento
corrían por las callejas;
no me daba descanso el lecho,
ni el opio, ni lo que provoca un buen sueño
—la buena conciencia.
Así que busqué desperezarme
y corrí a la playa.
Había luna llena, clima suave,
y así me encontré,
en la cálida arena,
hombre y barca:
soñolientos ambos, pastor y oveja;
y soñolienta la barca se hacía a la mar.
Pasó una hora, fácilmente dos,
¿acaso un año entero?
De repente, en eterna indiferencia,
se me hundieron todos los sentidos
y pensamientos,
a la par que se abría
un abismo sin fondo:
—aquí todo acabó.
Llegó la mañana: quieta, quieta hay una barca
sobre profundos mares negros...
¿Qué ha pasado?, clama uno, pronto claman cien:
¿qué ha sucedido? ¿Es sangre?
No ha pasado nada, dormíamos, todos dormíamos.
—¡ah, bueno, bueno!
Friedrich Nietzsche
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