Viento mistral, tú, caza-nubes,
mata-penas, limpia-cielos,
cuando bramas, ¡cómo te amo!
¿No venimos los dos de un mismo seno,
primogénitos, a un mismo destino
eternamente predestinados?
Por resbaladizos caminos pedregosos
corro, bailando, a tu encuentro;
bailando, mientras tú cantas y silbas.
Tú, que sin barco ni timón,
como el más libre hermano de la libertad,
saltas sobre embravecidos mares.
Recién despierto, oí tu llamada,
lanzándome a los acantilados,
al amarillo muro junto al mar.
¡Salud! Ya llegabas tú, cual claro
diamantino torrente,
victorioso desde las montañas.
Por llanas eras celestes,
vi tus potros galopar,
vi el carro que te conducía,
vi tu mano alzándose,
al golpear la fusta como un rayo
sobre los lomos de los potros.
Del carro te vi saltar,
y aún más veloz descender,
como una flecha te vi,
vertical, clavándose en el fondo
como un rayo dorado a través de las rosas
al despuntar la mañana.
Baila sobre mil espaldas,
crestas de olas, malicias de olas —
¡salud quien nuevas danzas invente!
¡Bailemos de mil maneras!
¡Libre sea llamado nuestro arte!
¡Jovial —nuestra ciencia!
¡Arranquemos un capullo
de cada flor en nuestro honor
y dos hojas más para la corona!
¡Dancemos cual trovadores
entre santos y rameras!
¡Entre el mundo y DIos, la danza!
Que se le envuelva con vendas,
al que no sepa bailar con los vientos:
anciano lisiado, impedido;
el que sea parecido a un hipócrita,
ganso virtuoso, torpe venerado,
¡que se vaya de nuestro paraíso!
Aventamos el polvo de las calles
en la nariz de todos los enfermos.
¡Espantemos a las crías enfermas!
¡Despejemos toda la costa
del aliento de pechos flácidos,
de las miradas cobardes!
¡Echemos fuera a los que empañan los cielos,
a los que ensombrecen y nublan los mundos!
¡Aclaremos el reino de los cielos!
¡Bramemos... oh, espíritu
de todos los espíritus libres! Contigo a dúo
mi dicha brama cual tempestad.
Y para que se guarde eterna memoria
de semejante dicha, toma su legado,
eleva contigo esta corona.
¡Y lánzala más alto, fuera, más lejos
asalta las escaleras del cielo,
colgándola... de las estrellas!
Friedrich Nietzsche
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