¡Ledo huésped reciente! Tu eco escucho
de nuevo, y me alborozo.
¡Oh cuco! ¿He de llamarte también pájaro,
o errante voz tan sólo?
Mientras tendido estoy sobre la hierba,
tu doble grito oigo,
de colina en colina resbalando,
cerca a un tiempo y remoto.
Aunque es tu charla nada más al valle,
y a las flores y al sol,
a mí me trae una leyenda de horas
en mágica visión.
¡Tres veces bien venido, vernal príncipe!
¡Mas, para mí, tú no
eres ave: invisible cosa eres,
un misterio, una voz!
... La misma que en mis días escolares
escuchaba; ¡aquel grito
que me hizo aquí y allá tornar los ojos
por fronda, cielo, espino!
Vagué a menudo, atravesé en tu busca
bosques y praderíos;
mas tú eras siempre una esperanza, un sueño
deseado, nunca visto...
Y aún escucharte puedo, y acostarme
sobre el llano, y oír,
oírte hasta crear de nuevo aquella
dorada edad en mí.
¡Oh ave santa! ¡La tierra que pisamos
nuevamente es así
obra de un hada, inmaterial paraje,
hogar propio de ti!
William Wordsworth
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