Soy la afectuosa palabra pronunciada y repetida
por la voz de la naturaleza;
soy una estrella caída desde la
azul bóveda del cielo a la verde alfombra.
Soy la hija que los elementos
y el invierno han engendrado;
que la primavera ha dado a luz; fui
acunada en el regazo del verano y
dormí en el lecho del otoño.
Al alba me uno a la brisa
para anunciar la llegada de la luz;
al atardecer me uno a las aves
para despedir a la luz.
Las planicies están decoradas con
mis bellos colores, y el aire
está impregnado de mi fragancia.
Cuando rodeo al sueño los ojos de la
noche me observan, y al despertarme
miro el sol, ojo único del día.
Escancio rocío como si fuera vino, escucho
las voces de las aves y bailo
al rítmico vaivén de la hierba.
Soy el don del amante; soy la ira nupcial;
soy el recuerdo de un instante de felicidad;
soy el obsequio póstumo de los vivos a los muertos;
soy una parte de la dicha y una parte de la tristeza.
Pero miro hacia arriba para ver sólo la luz,
y nunca hacia abajo para ver la sombra.
Esta es la sabiduría que el hombre debe perseguir.
Khalil Gibrán
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