miércoles, 17 de junio de 2015

Ay triste del que un día:



Ay, triste del que un día en su esfinge interior
pone los ojos e interroga. Está perdido.
Ay del que pide eurekas al placer o al dolor.

Lo que el árbol desea decir y dice al viento,
y lo que el animal manifiesta en su instinto,
cristalizamos en palabras y pensamientos.
Nada más que maneras expresan lo distinto.

En el país de las Alegorías
Salomé siempre danza,
ante el tirado Herodes,
eternamente.

Y la cabeza de Juan Bautista,
ante quien tiemblan los leones,
cae al hachazo. Sangre llueve.
pues la rosa sexual
al entreabrirse
conmueve todo lo que existe,
con su efluvio carnal
y con su enigma espiritual.

Rubén Darío

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