jueves, 14 de enero de 2016

El canto del mar:

La sólida playa es mi amada
y yo su amante.
Nos une el amor, pero
la luna me aparta celosa de ella.
Me acerco presuroso y me resisto a
alejarme, despidiéndome con un
pequeño y tenaz adiós.

Me revelo con rapidez tras el
horizonte azul, derramando mi espuma
de plata sobre sus arenas de oro
transformándonos en una fulgurante amalgama.

Aplaco su sed y sumerjo su
corazón; ella suaviza mi voz y atempera
mi ánimo.
Al alba susurro reglas del amor en
sus oídos, y ella me abraza con ternura.

Al atardecer entono la melodía de la
esperanza, y luego cubro su rostro de
suaves besos; soy temible y veloz, mas ella
es calma, paciente y reflexiva. En su
vasto seno se aplaca mi impaciencia.
A cada reflujo de la marea nos acariciamos
a cada flujo me hinco a sus pies en oración.

Muchas veces he danzado en torno a las sirenas
que surgían de las profundidades y se recostaban
sobre las crestas de mis olas a contemplar las estrellas;
muchas veces he escuchado a los enamorados renegar
de su pequeñez, y los he ayudado a suspirar.

Muchas veces he herido a las grandes rocas
y las he calmado con una sonrisa, pero nunca
me prodigaron sus risas;
muchas veces he salvado almas que se ahogaban
y llevado tiernamente hasta mi amada
playa. Ella le insufla fuerzas así como
agota las mías.

Muchas veces he robado gemas de las
profundidades para ofrecerlas a mi
amada playa. Ella las toma en silencio, y yo
soy feliz pues siempre sale a recibirme.

En la noche informe, cuando todas las
criaturas persiguen el espectro del sueño, yo
me incorporo, canto un momento y
suspiro después. Siempre estoy despierto.

¡Ay! ¡La vigilia ha sorbido mis fuerzas!
Pero soy un enamorado, y es fuerte la
verdad del amor,
puedo fatigarme, mas nunca moriré.

Khalil Gibrán

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