jueves, 14 de enero de 2016

El canto del hombre:

He estado aquí desde el principio
y aquí estoy aún.
Y aquí me quedaré hasta el fin
del mundo, pues no hay
final para mi ser transido de dolor.

He vagado por el cielo infinito y
por el mundo ideal y
floté en el firmamento. Pero
aquí estoy, prisionero de la medición.

Escuché las enseñanzas de Confucio;
y la sabiduría de Brahma;
me senté junto a Buda bajo el Árbol de la Ciencia.
Sin embargo aquí estoy, existiendo con ignorancia
y herejía.

Estaba en el Sinaí cuando Jehová se aproximó a Moisés;
contemplé los milagros del Nazareno en el Jordán;
estaba en Medina cuando Mahoma la visitó.
Sin embargo aquí estoy, prisionero del desconcierto.

Luego fui testigo del poder de Babilonia;
supe de la gloria de Egipto;
vi la grandeza guerrera de Roma;
sin embargo mis primeras enseñanzas demostraron la
debilidad y la tristeza de tales logros.

Conversé con los magos de Ain Dour;
debatí con los sacerdotes de Asiria;
ahondé sobre los profetas de Palestina.
Sin embargo, aún busco la verdad.

Encontré sabiduría en la India apacible;
escruté la antigüedad de Arabia;
escuché todo lo que puede escucharse.
Sin embargo, mi corazón es sordo y ciego.

Padecí en manos de despóticos gobernantes;
padecía esclavo de insanos invasores;
padecía el hambre impuesto por los tiranos;
sin embargo, aún poseo un secreto poder
con el que lucho para saludar cada nuevo día.

Mi mente está colmada, pero mi corazón vacío;
mi sangre es añosa, pero mi corazón un infante.
Quizás en la juventud mi corazón crecerá, pero
ansío envejecer y alcanzar el momento de
mi retorno a Dios. ¡Sólo entonces mi corazón se saciará!

Estuve aquí desde el
principio, y aquí estoy aún. Y
aquí me quedaré hasta el fin
del mundo, pues no hay
final para mi ser transido de dolor.

Khalil Gibrán

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