jueves, 14 de enero de 2016

Déjame, condenador mío:

Déjame, condenador mío,
por el bien del amor
que une tu alma con la
de tu amada;
por el bien de eso que
une al espíritu con el afecto
de una madre, y sujeta a tu
corazón con amor filial. Vete,
y déjame con mi propio
dolorido corazón.

Déjame navegar el océano de
mis sueños; espera hasta que venga el
mañana, que el mañana es libre de
hacer conmigo lo que le plazca. Tu
vuelo no es nada más que la sombra
que camina con el espíritu hacia
el sepulcro de la vergüenza, y le
muestra la fría y sólida tierra.

Tengo un pequeño corazón dentro de mí
y quiero sacarlo de
su prisión y traerlo hasta la
palma de mi mano para examinarlo
en profundidad y extraerle su secreto.

No le apuntes con tus flechas, para que no
se atemorice y desaparezca antes de
verter la sangre del secreto cual
sacrificio ante el altar de su
propia fe, concedida por la deidad
cuando lo dotó de amor y belleza.

El sol nace y el ruiseñor
canta, y el mirto
exhala su fragancia al espacio.
Quiero liberarme del
mullido sueño de la equivocación. No me
detengas, condenador mío.

No te me opongas mencionando los
leones de la selva o las
serpientes del valle, pues
mi alma no sabe temerle a la tierra y
no acepta advertencias del mal antes
de que el mal venga.

No me aconsejes, condenador mío, pues
las calamidades han abierto mi corazón y
las lágrimas han limpiado mis ojos, y los
errores me han enseñado el lenguaje
de los corazones.

No hables de destierro, pues la conciencia
es mi juez y me justificará
y me protegerá si soy inocente, y me
negará la vida si soy culpable.

La procesión del amor se pone en movimiento;
la belleza agita el estandarte;
la juventud toca las trompetas de la dicha;
no perturbes mi contrición, condenador mío.

Déjame andar, pues el sendero es pródigo
en rosas y mentas, y el aire
huele a limpio.

No relates historias de riqueza y
grandeza, pues mi corazón desborda
de bondad y se engrandece con la gloria de Dios.

No hables de pueblos y leyes y
reinos, pues toda la tierra es
mi lugar de nacimiento y todos los humanos son
mis hermanos.

Aléjate de mí, pues te estás llevando
el arrepentimiento que proviene de la luz
con fútiles palabras.

Khalil Gibrán

No hay comentarios:

Publicar un comentario