jueves, 8 de octubre de 2015

La morada:

¡Apunta Dios! la espiga y el sembrado,
florece Dios, la vid, la flor del vino.
(Tiró por recoger multiplicado
su fortuna de troj el campesino,
que, como pobre, en ambicioso pica.)

Muy pobremente rica.
Muy tristemente bella,
la tierra castellana ¿se dedica?
a ser Castilla: ¿ella?

El desamparo cunde —¡qué copioso!—,
al amparo —¡qué inmenso!—, de la altura.
Inacable mapa de reposo,
sacramental llanura:
de más la soledad y la hermosura.

Pan y pan, vino y vino,
Dios y Dios, tierra y cielo...
Enguizcando a las aves y al molino
pasa el aire de vuelo.

Sube la tierra al cielo paso a paso,
bajo el cielo a la tierra de repente
(un azul de llover cielo cencido
bueno para marido):
cereal y vinícola en el raso,
Dios, al fin accidente,
hace en la viña y en las mieses nido.

¡Qué morada! es Castilla:
¡qué morada! de Dios y ¡qué amarilla!
¡Qué solemne! morada
de Dios la tierra arada, enamorada,
la uva morada y verde la semilla.

¡Que cosechón! de páramos y llanura.
¡Qué lejos!, ¡ay!, de trigo.
¡Qué hidalga! paz. ¡Qué mística! verdura
y ¡qué viento! rodrigo.

Páramo mondo: mondas majestades:
mondo cielo: luz monda: mondo olivo:
monda paz: y el silencio mondo y vivo:
¡soledad!: ¡soledad de soledades!,
con una claridad a la redonda
viuda, sola y monda.

¡No hay luz! más aflictiva.
¡No hay altura! más honda.
¡No hay angustia! más viva.

La copa fugitiva
del chopo, verde copo
de cielo en cielo, cielo al cielo priva
en un celeste anhelo:
¡chopo!: copo de cielo,
que es menos que ser cielo y más que chopo,
chopo de cielo: ¡copo!

Por viento al horizonte va el molino;
por gracia, luz, molienda y movimiento:
y se queda parado en el camino,
pacífico un momento,
gracia, molienda, luz pero no viento.

¡Soledad trina y una! castellana:
Dios: el viento, el molino y la besana.

La luz es un ungüento
que cura la mirada del espanto.

Se levanta el jilguero,
cereal ¡tanto y tanto!
de trigo y voz provisto.

(—No amedrentes al ave, meseguero,
que hace celeste el pan, un poco cristo.)

Se impacienta la espiga por la siega
con la impaciencia de la brisa encima,
membruda enamorada de las hoces.

...Esta Mancha manchega,
¿por qué? se desarrima
al cielo en este tiempo, y le da voces.
¡Tan bien! que está el cordero,
sobre la línea pura del otero paciendo
sobre el cielo cabizbajo
las cabizaltas flores.
¡Tan bien! que está, ya arriba, y aun abajo
la soledad lanar de los pastores,
proveyendo distancias
de soledad, de amor, de vigilancias,
encima de la loma
que lo deja en el cielo que lo toma.
La espiga rabitiesa
nutrida de altitudes...

¡Isidro!, ¡Juan!, ¡Teresa!,
¡Alonso!, ¡Ruy!... ¿qué fueron? las virtudes.
La viña alborotada
está; la mies revuelta:
ruedo es la era ya de polvo y nada:
¡tanto que fue! la era, por la trilla,
todo de Dios, en Dios siempre resuelta.

—De casta te vendrá lo de Castilla,
¡oh campal ricahembra! castellana,
asunto, como Dios, de la semilla.
No esperes a mañana
para volver al pan, a Dios y al vino:
son ellos tu destino.
Y has de ser resumible ¡siempre!, amiga,
en un racimo, un cáliz y una espiga.

Miguel Hernández

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