miércoles, 17 de junio de 2015

Cuando venga el invierno:

Cuando venga el invierno
Dios es frío
y el hálito de plata
no nos empañará el espejo.

La polilla se ha comido
las canicas de la infancia lejana
guardadas en armario de memorias,
olvidadas las caricias de dedos
primero, insonoras,
comidas por la lejía del tiempo
los juegos impotentes del sol
en las caras redondas de cristal
luego, incoloras,
la mirada perdida, enferma
del taborrero de la guerra
que no puedo engañar el sueño
vigilante más allá de los campos de la guerra
esperando la venida
del romero de la libertad
cosidas en la capa las conchas
del mar del olvido eterno,
próximas a la mano, por si acaso,
para que al colgarlas en los clavos
de la posada el vino que cura
no le haga las preguntas
sin respuesta...

El romero es mudo,
en la tierra no hay camino
cuando el tambor de Dios frío
nos convoca al juego
de la destrucción del juego.
Me entregaré al eco de la concha,
me ataré a la leyenda amarga del vino
y que la carne de la dialéctica
me entibie
porque prefiero la esperanza de la sugerencia
a los labios muertos sin aliento
que olvidé de amar.

Aún así no estoy seguro,
no sé qué haré
a qué me empujarán
cuando me acerque torpemente,
a tientas, temblorosamente
a la mesa vacía de Odin
para el soldado cansado...
porque Dios es frío,
demasiado terso el espejo
y pobre, pobre, pobre yo
en la línea de la frontera.

Patxi Ezkiaga Lasa

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